martes, 6 de marzo de 2012

DECIR Y HACER


Monumento a Cristo en Monteagudo
Cristo de Monteagudo ¡citad la fuente pls! por Pedro J Pacheco.

Sabemos lo difícil que es ser un crak del toreo, del fútbol, etc. Es algo que se da entre millones de individuos. Si bien es verdad que muchos son los que por solo afición y de manera informal hacen estas cosas, lo cierto que es pocos son los que se destacan hasta el punto de ser figuras. Y es que ser figura es algo tan especial que se requiere unas facultades y un entrenamiento, amén de unas carencias o por mejor decirlo de una disciplina, que a los deportistas por ejemplo no les permite comer desaforadamente, y menos aun beber bebidas alcohólicas con el fin de estar en perfecta forma para hacer vales sus cualidades que tan bien se pagan.


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Un aficionado a un deporte vería con escándalo y así mismo lo denunciaría si viera a uno de sus adorados ídolos hacer un abuso y comportarse de forma desconsiderada con la gente o lo encontrara en fiestas a deshora y asuntos de evasión prohibidos por el entrenador. No es lo mismo saber las reglas del comportamiento que saber cumplirlas. No es lo mismo saber jugar al fútbol, que ser un jugador que gana millones y que es un ídolo ante sus hinchas. Y todo esto para practicar un deporte que ven cien mil personas en un estadio y tal vez unos millones en la televisión o los oyen en la radio.

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No así en la política donde vemos a personas que no son capaces de ser auxiliares administrativos, y que sin embargo están a cargo de una responsabilidad muy alejada de sus capacidades y que tiene como sujeto pasivo de sus decisiones a millones de sus nacionales. Como quiera que el pueblo les elige, ya quedan exonerados de otra responsabilidad que la que quieran adjudicarle sus parciales, que solo quieren sacar adelante sus frustraciones o sus fobias por no decir más.

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Esto hace que la gobernación de las naciones, sobre todo las que no disfrutan de una democracia consolidada y natural, sea un eterno ir al vacío y ser contenedoras de las mas groseras corrupciones que se puedan imaginar, con la anuencia o la justificación de sus parciales que aportan el supremo argumento de: ¡más roban los otros! Precioso argumento, que para ellos es el cierre de toda crítica y de toda acción, por los mismos que tendrían que tener interés de que su formación esté libre de sospechas, y sea crisol de virtudes democráticas.

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Un pueblo instruido, que acata las leyes que se han de hacer a su conocimiento, consulta, y voluntad, con claridad, sin mentiras ni demagogias que serían captadas por gentes cultas y preparadas de un pueblo adulto, que condenaría al fracaso a cualquiera que usara de estas estrategias.

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En el gobierno español hay confusión, porque de una economía boyante se ha pasado a un peligro cierto de recesión, con comercios cerrados, vacíos, y la penosa realidad de la calle con el aumento tremendo de la delincuencia, y otros espectáculos como el de ver como muchos indigentes duermen en la calle a temperaturas bajo cero.
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En la España en la que se veía a las familias en una venta o restaurante al aire libre, levantar de la mesa dejando medias botellas de vinos estupendos, cerveza, y en fin, toda clase de alimentos y licores especiales a medio consumir, y platos con alimentos que harían las delicias de millones de personas, hemos desembocado en el latrocinio continuado, grandes comercios saqueados por los inmorales, y en la actitud temerosa y reservada de los comerciantes y el resto de las gentes con respecto a los que se acercan.

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No hay cosa penosa como que andes por una acera, y veas los establecimientos antes prósperos cerrados y con el clásico cartel de «se vende o se alquila», y los otros vacíos, y en muchas ocasiones con los dueños en la puerta fumando nerviosamente el enésimo cigarrillo. Pensativos y preocupados, porque de tener que abandonar su comercio, saben que quedan a la intemperie sin ayuda, como si se dejara a alguien en el desierto sin comida y sin agua. Y las familias angustiadas y expectantes cada día, a ver si cuando regresa a casa les dice algo estimulante o por lo menos no tan desastroso.


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No es de recibo que cuando se pongan de manifiesto estas cosas, por otra parte evidentes para todos y sobre todo para los que padecen semejante penuria, que se diga que aquel que denuncie estas situaciones es antipatriota, como si los que lo hacen no les llorara el corazón de ver como va quedando España. Estoy seguro de que Dios va a poner su mano, para que se demuestre que la arrogancia y la desunión, el abandono de Dios tiene sus facturas que al final pasa inexorablemente.

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Ahora parece de una enorme importancia, pese a la situación dramática por la que pasamos, el derribar una cruz que los vecinos del pueblo defienden apasionadamente. ¿Es eso algo tan principal e importante que hay derribarlo? ¿Tanto estorba a su casta mirada «democrática», que todo el pueblo repruebe y esté dispuesto a ponerse frente a los que vayan a derribarlo, y dejarse atropellar, pero no dejar que les arrebaten algo tan entrañable como su cruz y su lugar para ellos sagrado.
 
¿Para qué discurres tanto, cambiando tus caminos? También serás avergonzada de Egipto, como fuiste avergonzada de Asiria. También de allí saldrás con tus manos sobre tu cabeza, porque Jehová desechó a aquellos en quienes tú confiabas, y no prosperarás por ellos. (Jeremías 2: 27 al 37)

¡NOS ESTAMOS MATANDO! (Historia de una estupidez)


No se me ha ocurrido a mí sino que es una exclamación de un amigo que siempre había sido un borracho destacado y que después de madura reflexión y vuelto a Jesucristo, juró no beber jamás “fuera fiesta o fuera duelo”. Así me lo dijo con toda llaneza. Se lo agradecí, y este es el testimonio que ofrezco hoy.

Es el testimonio de un hombre, muy hombre, que tuvo los arrestos de decirle adiós a todo lo que durante la juventud, y parte de la madurez le estuvo matando. Alcohol de todas clases y en todo momento, que supo aborrecer para que nunca más le extraviara y perjudicara su salud.

Tan pronto como dejó de beber y venciendo su síndrome de abstinencia, muy duro para cualquiera, se encontró con una buena salud, y los cambios de cuerpo y espíritu que experimentó fueron tan colosales, que ya ni siquiera podía ver las bebidas ni los cigarrillos de los que antes fumaba casi dos paquetes diarios.

Traigo esto a colación cuando ya sé que hay infinidad de escritos y grupos de apoyo para alcohólicos. No digo nada nuevo. Pero lo que si quiero transmitir es el valor de sus palabras: nos estamos matando nosotros mismos.

Es una realidad que hay mucho sufrimiento por que las gentes prestan mucha atención a las cosas mundanas y sobre todo, como otro amigo me decía: “¡es que somos muy viciosos!” Miremos bien los asuntos triviales de la vida.

¿Cuántos esfuerzos tenemos que hacer para fumarnos los primeros cigarrillos? y en el conocimiento más o menos acusado de que ya seremos esclavos de él, todo el resto de nuestras vidas. Tenía un compañero, que aun a media noche se levantaba para buscar algún cigarrillo, pues cuando se acostaba sin hacer previsión de tabaco no dormía, preso de una especie de pánico irrefrenable.

¿Vale la pena tanto esfuerzo, tanto crimen, tanta mentira, solo por mantener un vicio que nos lleva a la perdición porque nos daña y nos domina? No habría prostitución si los hombres supieran controlar su lascivia; ni crimen ni engaño si tuviéramos en cuenta las ordenanzas de Dios y el ejemplo de Jesús. Pasó haciendo el bien.

No habría contrabando ni tanta gente muerta o en las cárceles, si nadie quisiera tomar droga y todas esas cosas que matan lentamente, como vemos en los mejores artistas y atletas, etc. y dañan tanto moral como físicamente. Personas maravillosas que se han convertido en dependientes de un vicio, al que desde el primer momento debieron decir resueltamente ¡no!

Algunos argumentan que eso es aburrido, que la vida solo se vive una vez, y todas esas sandeces que se inventan los perdidos para tratar de justificarse. ¿Conocen ellos la maravilla de dormir tranquilo, la paz del hogar en donde no hay jueces, ni culpables ni fiscales, etc.

Cuando a alguien de la familia se le ha caído un vaso y se rompe, nadie acusa, y nadie tiene que justificarse: Si se ha hecho indebidamente por descuido, se entiende que a todos puede pasarnos, y se pone más cuidado, para no incomodar a los demás.


Dice el apóstol: Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado. (1 Timoteo 4:3-5) Añado esta pregunta: ¿Puede uno hacer tantas burradas, con Acción de Gracias? Tú tienes la respuesta.