viernes, 1 de junio de 2012

¿DIOS? ¿FORTUNA?



Aquel joven iba calle abajo. Había sido desechado cuando se presentó a un concurso como aspirante a guarda forestal. Era su ilusión y, fracasado, andaba cabizbajo y con la boca seca a causa de la tensión y el disgusto. Buscó dónde aliviar su sed y no encontró dónde. Entonces se dijo: "Ya que no puedo hacer aquello que deseaba, pondré una tienda de refrescos en esta calle, puesto que no he encontrado ninguna». Así lo hizo.

Después de un tiempo puso otra y otra más... y al cabo de los años tuvo una inmensa fortuna y pujantes industrias. Un día, en un banco en donde tenía que hacer una operación financiera relacionada con sus negocios, un empleado nuevo preguntó atónito al ver que, por no saber firmar, tenía que hacerlo poniendo la huella de su pulgar sobre el documento: « ¡Sin saber firmar es usted dueño de tal imperio económico!... ¿qué sería si supiese hacerlo?» Y él contestó: «Si hubiese sabido firmar, sería guarda forestal». El caso es real.

Efectivamente, su grave deficiencia cultural le proporcionó al principio el disgusto de ser rechazado como guardia, pero fue la iniciación de que, a fin de cuentas, ahora fuera dueño de aquella finca y muchas más. Es una consejilla que se cuenta, pero resulta que con más o menos detalles es real, y yo la viví.

Estuve trabajando para un hombre que no tenía la menor idea de las cosas espirituales ni políticas, porque su formación solo le permitía leer y escribir bastante bien, pero solo asuntos de su negocio. No leía libros; a los sumo revistas de distintos pelajes.

No se pudo colocar de conserje en el ayuntamiento de su pueblo natal, y pasó por grandes amarguras al verse rechazado. Aprendió en el Ejército un oficio muy elemental, pero aquello le permitió poseer una magnífica fábrica, en la que trabajábamos para él, gentes que le superábamos en casi todo, aunque éramos sus empleados subalternos.

Y es que los grandes cambios, tanto individuales como colectivos, generalmente se producen a raíz de un desengaño, un fracaso o una calamidad. Por esto, todo proyecto abortado, todo fracaso amoroso, toda frustración de cualquier clase es para todos e indefectiblemente para el cristiano, el comienzo de una nueva oportunidad con más horizonte que la que deseábamos. Y esto sólo ponderando el plano material.

En el espiritual, triunfo o fracaso nos llevan al mismo destino glorioso. Más nos vale, pues, en estos trances, callar y ver qué es lo que Dios dispone, dándole gracias que quita y da, pero al fin nos inunda de su dulce bien. Abre tu boca y yo la llenaré (Salmo 81:10), y: no temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú ». (Isaías 43:1). Todo se reduce a una cuestión de fe y confianza. Nada más simple.

El «viejo hombre» murió, y el «nuevo» ya no es presa de resentimientos, recelos y deseos de venganza, en el conocimiento de que el amor del Padre nos cubre totalmente en cada ocasión. Jesús nos dice. No resistáis al mal. En el mundo tendréis aflicción pero  confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16: 33.

El «nuevo hombre» cree a Dios. Tiene su firme asidero en la fe, en el amor del Dios y la aceptación de su misericordia, que sobrepujará todo el dolor, la confusión y la tristeza en cada paso amargo de nuestra existencia. El hombre regenerado ve estrellas luna y sol porque mira al cielo. El «viejo» mira al barro de las pasiones, y no ve nada más que barro.

FE Y PAJARILLOS





Estamos continuamente delante de Dios, y Él sabe todo lo que hay en todo. Ni un solo pajarillo cae sin el Padre (Mateo 10:29). Las gentes no conocen nada más que una visión muy corta, estrecha, parcial, y condicionada de la realidad. Los creyentes vemos nítidamente en la oscuridad de la fe, que es lo que nos da confianza y paz. Sin la fe, es imposible agradar a Dios y enfrentar con paz y seguridad los problemas de la vida (Hebreos 11:6).

La fe es el único camino sosegado, la única manera de vivir con sentido de eternidad, la única consolación, el único alivio que nos queda. Y esto es lo que agrada a Dios. La fe es la absoluta seguridad. La fe inteligente que sabe los beneficios de ella y guarda, como la Ley guardaba a los antiguos hebreos.

La fe en Jesucristo, situa a los creyentes en una posición de desdeñar todos los “cantos de sirena” mundanos, para llevar, por el contrario, una vida sosegada, libre de presiones y propagandas nocivas que, de seguirse, llevan invariablemente a la muerte prematura del cuerpo y eterna  del alma.

Cuando todo lo que nos rodea es un torbellino de angustia y temor, de apremios y confusión mental; cuando todo nos traiciona y abandona, ¿en quién encontraremos consuelo y poder para superar tanta dificultad? No queda otra salida que seguir la luz de la fe. La claraboya de la fe.

Hay veces en que, a pesar de mi veteranía, me encuentro decaído e irritado. Se oscurece mi horizonte. Enfermedad mía es ésta, digo para mí (Jeremías 10). Pero conozco a un buen amigo creyente que es ciego. Le llamo, le visito, y no encuentro en él ninguna filosofía, consejo o teología al uso de los amigos de Job. Simplemente hablamos, y su serenidad y su fe me reconfortan de tal modo que al salir de su casa me encuentro consolado y relajado.

En nuestros encuentros lo que menos cuenta es la altura teológica que alcanzamos, con ser esto un factor tan importante. Siento que Dios me interpela a través de aquellos ojos sin vista ante los cuales me expreso y gesticulo como si no estuviera ante los ojos de un ciego.

Sé que él también encuentra restauración en nuestras reuniones y en mí compañía, pero lo que para mí es más importante es la paz que me comunica en la aceptación consciente y doliente de su situación. Dios habla a sus hijos de muchas maneras (Hebreos 1:1). Para mí, ésta es una de ellas.

En la lucha y la brega de la vida hay que entender que, al lado de nuestras carencias, conviven tantos y tantos dones de Dios que sólo cabe decir: Padre, tú permites esto. Yo no tengo nada que objetar o añadir. No tengo nada más que saber.

Tanto yo como las circunstancias que me rodean formamos parte de todo tu plan, de todo tu designio eterno. Callo, pues, y espero confiado. Esto que me sucede pasará, como pasa todo. ¡Tú estás ahí; muy cerca! Sabes lo que siento; sabes que no soy dueño ni de mis pensamientos ni de mis reacciones pero, estando Tú, estoy tranquilo y pacificado. Te alabo y te doy gracias por contar conmigo. Gracias por el tesoro de paz que me concedes y que llena mi ser entero.

Y entiendo que aunque es Padre, o por que lo es, consiente o determina, precisamente por ello, que a sus hijos les sobrevengan pruebas y dificultades. Consiente que seamos desechados, criticados y que estemos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados... para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal (2ª Corintios 4:8-11).


PUREZA Y CASTIDAD



La pureza no está en la sexualidad sino en la inocencia y limpieza de corazón. Sexualidad es el marchamo de todas las criaturas, sean animales o plantas. Todo lo que puede morir, antes o después, tiene que renovarse. La sexualidad marca el camino de la criatura.

Pablo apóstol, dijo claramente que para dedicarse al Señor era conveniente, si no necesario, prescindir del sexo, que no es prescindir de la sexualidad. Distinguir entre ambas conceptos, es básico para entender las cosas del estado clerical.

Pienso que a los clérigos se les pide que no tengan esposa, no que no tengan sexo. Pablo tenía derecho, así como Bernabé a llevar consigo una hermana por mujer. ¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? (1ª Corintios 9:5)

Él declaraba que no hacía uso de ese derecho, para poder dedicarse y en las condiciones que él se movía, a la predicación del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Era pues una abstención voluntaria y desalojada por una meta mejor, según la Revelación que recibió del mismo Jesucristo, según sus propias palabras: pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

El mismo Jesús se dio a sí mismo, porque estaba convencido y conocía que la obra que él hacía tenía mucha más envergadura que la simple práctica garañona de la paternidad. No quiero parecer hereje, pero creo que hay que tener el valor de manifestar lo que es la vida de la Iglesia a través de los tiempos.

El arcipreste de Hita escribía que todo clérigo tenía una dueña, y que el decreto del Papa cayó como un rayo sobre las costumbres del clero de su tiempo. La cuestión sexual es importante para todo hombre y mujer normal. Hacer el bien teniendo una "dueña" como decía el buen arcipreste, era algo digno de un buen clérigo. 

Ahora bien, si el establecimiento del Reino y la cooperación en él, han de hacerse necesariamente por medio de una disponibilidad completa, ya no es posible hacer lo que cada hombre natural hace para reproducirse. Son sacerdotes según el orden de Melquisedec y ya no necesitan reproducción como los judíos, sino según el Espíritu elegía a los que habían de ser ardientes propagadores del Evangelio.

Es cuestión de establecer prioridades. No es de recibo una castración a lo Orígenes o a lo cátaro, o una cuesta abajo en lo que de realizarse, supone una lesión o depauperación del principal objetivo que es el trabajo por el Reino.

Sobre esta materia pueden escribirse libros enteros, aunque sobre la disponibilidad o desprendimiento de toda codicia hay que hablar también. Cuando se hacen los votos tanto en el sacerdocio como en el matrimonio se hacen ante Dios, y vulnerar estos votos supone vulnerar la voluntad de Dios.

Esta se produciría en caso del matrimonio y supondría un menoscabo de la propiedad de La Iglesia en lo que respecta a bienes de culto o auxiliares. Bueno podemos extendernos hasta la puntualización de cada extremo a tratar sobre la materia. Es doctrina católica y la Iglesia Católica sabrá que hacer con sus sacerdotes y clerigos de otras órdenes.

Adán y Eva a los que el verso 5: 2 de Génesis llama Adán (esto es, hombre o ser humano; los dos) se reprodujeron de la forma más natural, y Abrahán con su mujer Sara, Jacob con sus mujeres y concubinas, etc. etc.

Pretender sublimar estas características de la reproducción natural, es ir más lejos de lo que está escrito y por tanto es salirse del pentagrama. Otra cosa es la sucia manera de conducir la vida sexual, como se hace modernamente por casi todos los países Occidentales. Pero eso es otra materia de estudio distinta.

En mantener omne huérfana, obra es de pïadad,
otrosí a las vibdas; esto es cosa con verdad;
porque si el arçobispo tien’ que es cosa de maldad,
dexemos a las buenas e a las malas vos tornad.


Juan Ruiz .- Arcipreste de Hita