miércoles, 2 de noviembre de 2011

EVOLUCIÓN VERSUS CREACIÓN Respuesta a un comunicante.

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Hola, Julio: no, no temo responderte. Lo que ocurre es que yo soy mal maestro, porque no sé enseñar. Lo que a mí me parece claro, no sé comunicarlo adecuadamente, y siempre me sale algo inadecuado para lo que tú quieres saber. Pero quiero responderte.

La unidad de la humanidad procedente de un tronco común, parece que está más que establecida científicamente y San Pablo pudo decir hace dos mil años: Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;

para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. (Hechos 17:26, 27, 28).

Ya ves que San Pablo no tenía idea como ahora de los grupos sanguíneos, pero sí se atrevió a establecer que los hombres somos de una misma sangre y por tanto un solo tronco de creación. La Biblia, ahí como en todos sus escritos tiene razón;

Hemos tenido que esperar dos mil años hasta que la ciencia descubra que todos los hombres somos iguales. Si se quiere hacer una trasfusión a una persona de raza negra, podemos suministrársela de un blanco, de un indio, o de un amerindio, porque todas valen entre sí.

Eso significa que todos procedemos de una sola persona, porque no cabe salir por la tangente diciendo que ha sido una evolución paralela. Eso no es posible; sin querer ser grosero, los órganos sexuales del macho y de la hembra  evolucionan también ajustados y adecuados. Yo no soy un erudito en estas ciencias, pero me doy cuenta de las cosas y casi empíricamente las fijo en mi mente.

Las lenguas indogermánicas tienen, sin aparente conexión, una serie de nombres que se nota que son de un tronco común para todas ellas. En escrito aparte te puedo ilustrar sobre esta característica que abunda, de forma definitiva, en la demostración de un solo padre de toda la humanidad. Esta información, procede de un estudio bastante pormenorizado y que tengo que buscar; y en lo de buscar fracaso siempre.

Siguiendo el hilo, podemos ver como la perdiz ártica es blanca, y la de nuestras latitudes de color. Es el mismo animal adaptado a dos climas distintos, aunque su morfología corporal es igual en las dos variantes. Del mismo modo el lobo, el perro, y casi todos los mamíferos comunes.

Adaptación, ¡claro que sí! Los boers (holandeses) en África, cuando llevaban varias generaciones viviendo allí, adquirían rasgos negroides y la piel se les tornaba intensamente oscura. Quien conozca a los holandeses, comprobará que son esbeltos, casi todos rubios, y de ojos claros adaptados al clima imperante en su país. Sin embargo en África si no se fija uno bien se confunden con los  mulatos

Las abejas, en todas partes son casi iguales, con la adaptación propia del lugar en donde habitan, pero todas adoptan la celdilla hexagonal para aprovechar al límite el espacio para sus panales y producen la misma miel. Las hormigas en sus distintas variantes son todas hormigas, y así podríamos hace un catálogo interminable.

Darwin en su libro "El origen de las especies, libro al que por cierto no ha leído nadie que yo conozca, se inclinaba más bien por una adaptación al medio de todas las criaturas, pero los genes son idénticos en la misma especie. Esa evolución y adaptación no se debe negar, pero la impronta que permite evolucionar o mejor dicho con Darwin, modificar, está fijada en sus genes.

La moderna biología ha demostrado muchas aplicaciones, que de no ser bien manejadas pueden derivar en perversión de lo que Dios creó. Darwin más bien se inclinaba por la " descendencia con modificación por la adaptación a exigencias de clima, situación, entorno etc. que, por supuesto, no implicaba descender de un reptil o una ameba.

Las especies son invariables y desde luego no se puede hacer de un caballo un buey, y solo se puede intentar la hibridación que ya está implantada en los sujetos como el asno o la paloma, el peral y el melocotonero que se injertan. Eso ya va fijado en cada ser vivo. El origen del hombre es algo misterioso y complejo, pero empíricamente siempre resulta esta realidad inalterable.

No me alargo más de momento 
Paz y bien
Rafael.

AY LA DICHOSA IGUALDAD



Me escribe un correspondiente hablando de la igualdad, del “buen salvaje” de Rousseau, y otras muchas más soflamas y ditirambos a la ciencia y a la filosofía. Yo como soy más cerril, sigo pensando que un ciego no es igual a un vidente como un calvo no es igual a un peludo, y ya puestos, en  una de las cosas que más me influyó a mi en mi juventud; es que no era guapo.

Simplemente los amigos más guapos se llevaban a las chicas más bellas, y yo tenía que contrarrestar esa deficiencia con más simpatía y agrado, que no tenían los guapos que vivían pagados de sí mismos. ¡Pero donde se ponían unos guaperas, no había nada que hacer! También los chicos preferíamos a las guapitas.

Bueno, esto viene a cuento de la dichosa igualdad. No hay igualdad porque unos somos algo feillos y otros son guapazos/as. Y esto es así desde que Adán y Eva eran novios. Unos viven -siendo unos redomados granujas- un “montonazo” de años y otros, siendo unas bellísimas personas, “la palman” a los cuarenta años. Unos corren, y otros tienen asma. Unos gordos y otros flacos ¿Qué sabe nadie?

Y también, porque mi amigo habla maravillas de su socialismo utópico, del que yo soy el más acérrimo partidario. Lo que ocurre, es que el mejor socialismo es el cristianismo genuino, y para eso se necesita volver como un calcetín el corazón de los humanos; que ya no existan, ni el racismo, exclusión por creencias, avaricia, sexo, etc.

O sea, los siete pecados capitales, y muchas cosas más que en el Reino del diablo -que es el mundo y sus deseos- conforman las columnas de la sociedad, como escribía el admirado Fernández Flores en su obra -Las siete columnas-. Simplemente el lujo, la avaricia, y todo eso, son las columnas de la civilización, tal como la vivimos.

Decía un famoso intelectual a otro. “No vaya usted a caer en el error de Jesucristo que creía que la humanidad tenía redención”. Jesús nunca pensó que los humanos teníamos remedio por prédicas o la fuerza, sino que lo que hizo fue redimirnos por su infinito poder, expresado paradójicamente en el trance de la cruz. Por eso no cometió ninguna equivocación, sino que siempre esperó que otro remedio fuera provisto por el Padre Eterno. Fue de esa forma y el lo acató y obedeció.

Son las palabras que comenta la Biblia en las que se dice: Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. (Lucas 9:51) Por supuesto que Él sabía lo que le esperaba, y no se hacía ilusiones de cómo terminaría aquello… ¡pero obedeció!

Esto nos trajo como se dice en otro lugar: Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención (1ª Corintios 1:30) Ese era el plan de Dios, y no otro que nosotros pudiésemos inventar. Jesús lo cumplió y si bien su carne como hombre sufrió, y hasta clamó para que el Padre le librara, su espíritu se sometió y todo Él cumplió los designios de Dios Padre, para nuestra salvación y vida eterna.

Hoy día de los difuntos, quiero enviar un mensaje esperanzador, para que todos estemos seguros de que por la grandeza y misericordia de Dios y por la sangre de Jesucristo, tendremos ocasión de ver y abrazar a los nuestros, a los que tanto quisimos en ocasión mucho más dichosa. Para terminar este largo epílogo, quiero decir y animar a que tengamos esperanza, que es la que mueve la vida de fe en Jesús, y en el Padre Creador que ama a sus -a veces- muy tercas criaturas que somos. A Él sea la Gloria. A ti, Francisco, por que verás a Alicia como la has visto antes, pero sana, bella, y feliz.