lunes, 29 de abril de 2013

DE IMPOSICIONES Y MISERICORDIA


 

No puedo estar de acuerdo con usted. La intolerancia es pecado común de todos. Si alguien está convencido en su propia mente y no es esclavo de la malicia implícita en la anarquía, hay que dejarle en su pensamiento. Suavemente y con argumentos, persuadirle de que la fe cristiana es la que está en su sitio, practicando la misericordia, el perdón, la comprensión, y tantas virtudes o propiedades personales que cada cual posea. Si alguno se sale del pentagrama es cosa suya. Le cuento mi opinión a continuación, matizable y refutable por cierto.  

¿Quién de nosotros no ha sido a veces sujeto pasivo o activo de una imposición. No me refiero a las que hace el Estado sobre cualquiera de los habitantes de su ámbito. Siempre hemos dado por bueno por ejemplo que a los adolescentes o a las mujeres y estas a los varones hay que corregir con rigor y castigo porque es solo a eso a  lo que responden definitivamente.

Es cierto que a veces somos desesperantes para otros, ya que nuestra conducta no encaja en lo que ellos tienen por bueno y provechoso. De ahí los juicios o prejuicios que todos hacemos inadvertidamente hacia alguna otra forma de pensar y actuar distinta a la nuestra.

Por muy tolerantes que nos sintamos, no podemos contener un gesto o pensamiento, contra algo o alguien que nos repugna por cualquier motivo. Todos estamos equivocados en cuanto a los juicios que nos merecen los demás. Cada cabecita es distinta, y cada cual cree que su pensamiento es el bueno. Lo ven así de claro.

Y así nos topamos con el relativismo imperante por todos los ámbitos mundiales, ¡que final de trayecto! contrarrestado por el fanatismo de los que se suponen que son dueños del pensamiento absolutamente correcto. Todos ellos no admiten nada que se oponga a sus designios y tratan de machacar literalmente al que no participa de su forma de pensar.

Ciñéndonos a la cristiandad, vemos como en cada lugar impera una forma de “interpretación” de las cosas del Espíritu. Tan distintas todas, que haciendo uso de la convicción o el fanatismo, se trata de aplastar el pensamiento tan diverso en asuntos que, tratados desde afuera, no son tan decisivos.

Dios, al que tanto se le cita en cualquier idea (en contra o a favor) no actúa así. Ya en el A.T. surgen dichos maravillosos, que demuestran que Dios ejerce la ira cuando la desobediencia es extrema, pero abunda en compasión y delicadeza para cada cual, en cuanto “nota” que puede hacer algo por sus criaturas.

Y la castigaré por los días en que incensaba a los baales, y se adornaba de sus zarcillos y de sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jahvé.

Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. (Oseas 2:13-15)

Dios es vengador de los hechos de los humanos que son rechazo a su soberanía, pero a la vez es misericordioso y tierno en cuanto “ve la posibilidad” de que su criatura puede ser salvada de su justa ira. La lleva al desierto en donde tanto pataleamos contra sus designios, y nos habla al corazón para con ternura y suavidad, convencernos por su Espíritu de sus muchas misericordias.

Estoy convencido, de que no hay nada perdido mientras tengamos a Dios como respaldo. La resurrección de Jesucristo nos garantiza que nosotros también tenemos resurrección.  Ante esa certeza debemos luchar contra lo que signifique pecado y oposición a la voluntad de Dios. Él es todo ternura, y corazón abierto a la comprensión y restauración de sus criaturas.

 

AMDG