domingo, 31 de julio de 2011

LA BUENA PIEDAD


Tengo por buena costumbre salir todas las mañanas a pasear que respirar aire de la calle antes de que se llene de suciedad en el aire y el suelo. Ahora mi esposa que se ha caído, y tiene una pierna accidentada por poco tiempo. Y ahora nos damos cuenta del privilegio que supone a nuestra edad, disfrutar de esos paseos, y tener movilidad para ir a cualquier lugar que nos guste. Placeres modestos aunque a la vez muy gratificantes que nos hacen felices.


Y tengo que decir que cuando veo esas escenas de pobreza absoluta, ignorancia, y las fotos de mujeres, hombres, y niños esqueléticos, formando una cola patética esperando que se les suministre cualquier cosa que llevarse a la boca, me viene a la memoria el dicho del profeta: ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
     Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
    Traed todos los diezmos al almacén o alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Yahvé de los muchedumbres, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. (Malaquías 3: 8-9-10)

¿Y no es cierto que todos, TODOS, le estemos robando a Dios? Consintiendo la sevicia con que tratamos a nuestro congéneres, que tienen derecho a estar aquí, con nosotros, en este planeta que da para que todos puedan vivir. Dios no distingue color ni lugar. Todos somos, su creación, y a todos nos ama por igual.

¿No es posible dar crédito a Jesús que nos dejó ejemplo para que pudiéramos vivir una vida sobria, y que en esa morigeración en todo (no escasez) pudiéramos ser todos más dichosos y más solidarios compartiendo los bienes. Dependen de nosotros; ¿Qué más, esperamos que se nos diga?

Permítanme una digresión: a mí cuando me hablan de solidaridad, algunas veces me da risa y otras me enfurece. ¿Cómo es posible ponernos en la boca las palabras amor, solidaridad, tolerancia (la más repugnante), cuando permitimos que las gentes vivan como lo hacen muchos, y no ya en otros lugares sino los de nuestra propia nación. ¿Solidaridad? ¡Mentira!

¿Como llamamos solidaridad, a lo que hacemos cuando votamos a gentes sin escrúpulos, en lugar de a los que se comprometen a solucionar las situaciones tan terribles y trágicas que sabemos existen? ¿O a  ONGS, en las que el noventa por ciento o más de la recaudación son para su propio sostenimiento?

Nada es malo en sí mismo, pero no es admisible la situación que vivimos. Es lícito y hasta necesario para el equilibrio personal darse algún placer o goce de familia, amor, o algunas clases de cosas agradables, que permitan también dar, para que todos puedan vivir conforme a sus vocaciones o inclinaciones.

El hambre es mala en sí misma. Jesús comió cuando tenía hambre. Lo mismo sabía estar en un banquete, que en un ayuno prolongado (como Pablo). No es nada importante, si hacemos de nuestra vida un tormento cuando hay para satisfacer las necesidades y algún que otro prudente dispendio.

Lo que no es admisible es dejar que las gentes mueran por desnutrición o enfermedad, y hasta de carencias en la educación, por el egoísmo de tener un automóvil más lujoso, o una casa que enseñar a los demás en un despliegue de soberbia y vanidad.