miércoles, 13 de julio de 2011

LA RECONCILIACIÓN COMO ESFUERZO Y ACTITUD


Reconciliaos con Dios
                                2 Corintios 5:20
  No depende de nosotros en la mayoría de las ocasiones el estar en paz con los demás. En las familias, entre las amistades, en la propia iglesia, hay personas que literalmente «no te tragan». Hagas lo que hagas es inútil, porque no te aceptarán jamás y para hacerlo posible emplean las más variadas artimañas. Así, distantes, no tendrán que debatir contigo, ni con nadie, las causas de su distanciamiento, con lo cual quedarían en evidencia sus obras y actitudes atrabiliarias.

Su artificial separación, es la cortina de humo que les permite hablar de nosotros, sin tener que soportar réplicas ni evidencias contrarias a su comportamiento, el cual quedaría en evidencia. Bien. Esto también es asunto de Dios.

En un mundo que exhibe una impresionante falta de responsabilidad y coherencia, en donde la oveja no está en su sitio... ni el pastor en muchas ocasiones, ni el esposo, ni la esposa, ni el administrado, ni el administrador, etc., pretender vivir en la estabilidad es cosa utópica y antinatural.

El mundo, por naturaleza y definición, es conflicto continuo. Es enemigo de Dios y contrario, en hechos y pensamientos, al Dios de la sabiduría y de la paz. ¿Jesús? El gran desconocido, cuando no objeto de desprecio o burla contra su nombre o contra sus seguidores.

El sacrificio de Cristo es la más inimaginable bendición para los que lo aceptan y, a la par, la más horrenda maldición para los que le rechazan o escarnecen. Es sólo de esta manera, que nos está permitido decir legítima y plenamente, que Cristo murió por todos. A todos implica su sangre, aunque en una tan abismal diferencia, que no podremos discernir en su plenitud hasta el gran día de su manifestación gloriosa.

La reconciliación puede ser expresada por el creyente, en relación con los demás, con su actitud y buena disposición hacia todos, según lo que es voluntad de Dios. Así dijo Pablo apóstol: En lo que de vosotros dependa, estad en paz con todos (Romanos 12:18) y, Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (Hebreos 12:14).

Esta actitud no es pasiva ni negativa, sino que por decirlo de alguna manera, puede ser «activada» por la persona que se constituyó enemiga, tan pronto como ella quiera. Sólo tiene que manifestar sinceramente ese deseo y se cumplirá. Y es que no se podrán entender, a veces, las motivaciones de los hechos de los demás, pero sí se pueden asumir y comprender. Y dado el caso, perdonar. Como nosotros mismos las personas ácidas son falibles y débiles.

Pero no podemos en nombre de la reconciliación, vivir y andar en el terreno moral por el que ellos deambulan, ni en lo tocante a la doctrina. ¿Hay acuerdo? Bien. ¡Alabado sea Dios! El lo ha propiciado. ¿No lo hay? Alabanza al que sabe por qué no se ha llegado al tal acuerdo. La fidelidad es en todo y ante todo para Dios. A El solo se le debe. A partir de ahí lo que se quiera. No somos jueces ni infalibles, pero sin la fidelidad a Dios y sin buscar su gloria como hizo el Maestro, cualquier acuerdo, espiritualmente equivale a nada.