jueves, 6 de diciembre de 2012

RATZINGUER TEÓLOGO (Tal como yo lo veo)




Cuando esto salga a la luz (poca desde luego) muchos dirán que estoy loco por defender esto o aquello. Porque la gente ignora la objetividad. Solo la usa como frase adversa. Este tipo era muy buena persona… pero… ¡Ya está! ahí empezamos con la subjetividad. ¡Y allá cada cual!

No he querido ser apologista sino de Dios y de Jesús mi Señor, pero las injusticias me sublevan y aunque quiere desarrollar toda mi objetividad, no puedo por menos que defender a este hombre que se proclama hijo de Dios como todos los, que creemos en Jesús.

Sus ideas católicas y tic propios de su magisterio, no me mueven a decir o a hacer una crítica como las que proporcionan los medios de todas clases. Hace ya muchos, quizás demasiados años, que leía a Ratzinger.

Y extrañamente me quedaba estupefacto ante una espiritualidad tan a flor de piel. Leer a este autor era para mí, mejor que a un Papini, o a un Guardini, o Karl Barth,  un Ranher y hasta un Hans Kung tan rebelde y hombre de discordia así como tantos más.

Cuando llegó a ser el “guardián de la fe”, en su puesto de, “La Congregación para la doctrina de la fe”, yo seguía viendo en este personaje, un hombre espiritual hasta el extremo de creer, por mi parte,  que su fe y su saber eran incompatibles con el cargo que desempeñaba.

Mientras leía alguno de sus libros me parecía excesivamente estricto, pero cuando pensaba en lo leído y sobre todo, en algunas frases, pensaba como era posible que lo que escribía no le proporcionara más conflictos con la jerarquía del Vaticano. Después pensaba y me decía a mí mismo ¡pero si este hombre habla como el más exaltado y extremo evangelista!  

Hablaba de estirar las manos de la iglesia para ayudar, para dar consuelo, para demostrar que un verdadero cristiano (en su caso hablaba en católico) era una parte eficiente en el mejoramiento de cualquier sociedad donde viviera. Que la Iglesia no se tenía que ocupar tanto de las “cosas segundas”, como el llamaba al empecinamiento en las pequeñas cosas que no solo nublaban la verdadera esencia de la Iglesia, sino que la sustituían.

Bueno, era un hombre que me dejaba siempre un sabor de que ambos pensábamos igual, aunque él se expresaba de aquella forma sorprendente. En definitiva, que fue su palabra muchas veces más eficiente en mi pensamiento, que los muchos sermones, obras cristianas, libros, etc.  

Actualmente me encuentro unos  editoriales y comentarios, que denotan sorpresa por que antes de ser papa, era considerado una especie de Gran Inquisidor. Y me divierte esa sorpresa (de todos los frentes) de los que ahora ven en él un hombre, como yo le he visto siempre.

Esto, aparte de lo que sus detractores pueden decir (ahí no entro yo) de su defensa de valores, o anacronismos exclusivamente católicos. Pero eso es para otro tema y otros detractores.

Rafael Marañón