martes, 24 de julio de 2012

- NO RESISTÁIS AL MALO- (Se muere solito)




Amad a vuestros enemigos,


bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen,

y orad por los que os ultrajan y os persiguen

para que seáis hijos de vuestro Padre

que esta en los cielos…
Sed vosotros perfectos

como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto
(Mateo 5:39, 44, 45, 48)

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Si ponemos oído atento y obediente al mandato de Jesús y no resistimos al que es malo, tendremos junto a su promesa una sanísima instrucción sobre cómo sobrellevar los asaltos de los malos y las agresiones que nos oprimen continuamente. ¿Para qué resistir al malo? Decía un humorista famoso que los puñetazos son mercancía que viaja; van y vienen (Wodehouse). Y la Santa Escritura: A cualquiera que te hiera en la mejilla, vuélvele también la otra (Mateo 5:39)

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Presencié un día un pequeño atasco de automóviles cuyos conductores intercambiaron algunas palabras agresivas. Dos de ellos se bajaron de sus respectivos vehículos y se enzarzaron en una pelea. Si los estupefactos espectadores hubiéramos podido contar los golpes, tal vez hubiéramos podido decir ¡empate! No hubo nadie que los separara, porque en aquel alboroto solo se podían pescar bofetones y golpes variados.

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Ya restablecida la circulación, cada uno volvió a su automóvil, y se fueron sin más palabras. He presenciado altercados estúpidos, pero éste superó a todos. Dos adultos dándose golpes mutuamente, para no dejar nada aclarado ni solucionado. Fue algo ridículo, que después hizo reír a todos los que lo presenciarnos.

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Yo me pregunté: ¿Qué pensará cada uno de los contendientes de las hinchazones y moraduras sufridas? ¿Qué provecho sacarán de los golpes que ellos propinaron al contrario? Pura estupidez; pero sucedió y sucede continuamente de muchas maneras. Si queremos saber cuáles son nuestros fallos y cómo corregirlos, es preferible oír lo que piensan y dicen nuestros enemigos de nosotros que escuchar lo que te dicen los amigos.

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Éstos, por ser amigos y desear seguir siéndolo, no osarán señalarte ninguna falta tuya por mucho que la conozcan, y menos aún, si a cualquier defecto que te señalen respondes con enfado y hostilidad y no quieres reconocerlo. Al momento lo convertirás interiormente en enemigo. Por eso tus amigos se guardan con cuidado de comunicarte tus defectos. Y para eso Dios dispone a tus enemigos. No aceptas consejo de amigo fiel y tendrás que oír censura de enemigo.

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Pero entiende que precisamente por estas condiciones el gran favor de señalar y hacerte ver tus faltas y caídas. Para conocerte a ti mismo, que es tarea importantísima y de mucho mérito y provecho, son precisos los enemigos. Mientras el reino de Israel fue fiel no precisó de ejército alguno para defender sus fronteras de enemigos, merodeadores y saqueadores, cuando acudían todos a las santas celebraciones en Jerusalén. El Señor les guardaba con extrema fidelidad. Tuvieron siempre seguridad. (Nehemías 9:27,28)

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Tan pronto olvidaron sus deberes y la atención debida a Dios, no les faltaron enemigos que les hostigaran. Sólo entonces, en la aflicción, cuando clamaban arrepentidos y en actitud de obediencia, fueron invariablemente defendidos por el poder de Dios, aunque su arrepentimiento sólo fuera algo momentáneo y efímero. Pero aun con tan débil ánimo, «quitaron de entre sí los dioses ajenos y sirvieron a Dios. Y Él fue angustiado a causa de la aflicción de ellos» (Jueces 10:13-16; Salmo 78).

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Todo buen cristiano ama a su enemigo. Amar al enemigo es amarse a sí mismo. Y el cristiano conoce que cuando los caminos del hombre son agradables a Dios, aun a sus enemigos hace estar en paz con él (Proverbios 16: 7). Tus enemigos abundan tanto dentro como fuera de ti. Es pues prudente abstenerse a juzgar y condenar, a quien al fin y al cabo, si no fuera por sus circunstancias especiales, es igual que tú. Solo Dios, es quien tiene derecho a juzgar. Dejémosle hacer.

EMBRIAGUEZ DE VIDA

 

He bebido el amor en la fuente del Cristo;
He gustado el amor de mi madre María,
Y del Padre he gozado, de todo provisto,
Y de la fe he gozado la paz y la armonía.

Por absurdos caminos busqué mi salida,
Que falsarios roían con angustia y dolor;
Al mirar hacia el Cielo me sedujo la Vida,
Y en las cosas creadas, percibí a mi Creador.

Es tan alta y profunda la señal recibida
De la propia natura, en simpleza sin par,
Que avisté en un momento la fontana escondida,
Y me sobra la ciencia, y me enfada el azar.

Y a la dulce elección de Jesús percibida,
Acudí tembloroso en un fuerte clamor,
Me lancé despreciando el honor o caída,
Entregándome en brazos de mi tierno amador.

Ahora vivo libando, en la dulce promesa
Que en mi tórrido empeño me ha otorgado la fe,
Y en el rudo aquilón que me lleva a la huesa,
Ya no importa ni el como, ni tampoco el porqué.


AMDG.