martes, 25 de marzo de 2014

HAS CAMBIADO MI LAMENTO EN BAILE (Enviado por Antonio Gudiño)

HAS CAMBIADO MI LAMENTO EN BAILE

"¡Escúchame, Señor, y tenme compasión! 
¡Nunca dejes, Señor, de ayudarme! 
Tú cambias mis lágrimas en danza; 
me quitas la tristeza y me rodeas de alegría, 
para que cante alabanzas a Tu gloria. Señor, mi Dios:
 ¡no puedo quedarme callado! ¡Siempre te daré gracias!”


Salmos 30:10-12 (RVC)

LEA SU BIBLIA

martes, 11 de marzo de 2014

DE LUIS ANTEQUERA (RELIGIÓN EN LIBERTAD)


Actualizado 11 marzo 2014


            La verdad es que el s. XX fue sumamente prolífico en descubrimientos papirológicos relacionados con la Biblia, unos hallazgos que han permitido avanzar mucho por lo que a la época en la que se escribió el Nuevo Testamento se refiere.

            Son, como digo, muchos los descubrimientos importantes realizados, pero si tuviera que destacar cinco, tal vez fueran, por orden cronológico de descubrimiento, los que voy a mencionar a continuación.

            1º.- Los papiros Chester Beatty (pinche aquí para saberlo todo sobre ellos). Son un conjunto de once papiros descubiertos en 1931, datables a principios del s. III, que incluyen textos del Antiguo Testamento y que por lo que al Nuevo Testamento se refiere incluyen fragmentos de los evangelios de Mateo, Lucas y Juan, de los Hechos de los Apóstoles, una colección muy importante de las Cartas de Pablo y un fragmento del Apocalipsis. Se conservan en la Biblioteca Chester Beatty, en Dublin, y otra parte en la Universidad de Míchigan.

            2º.- El Papiro Rylands (pinche aquí si desea cumplida información del mismo), pequeño fragmento de tamaño similar a una tarjeta de visita, descubierto en Egipto en 1920 y traducido (es decir, descubierto por segunda vez, o cuando se produce el verdadero descubrimiento) en 1934. Contiene el fragmento de evangelio más antiguo que hasta la fecha se conoce, datando de entre los años 120-130, es decir apenas 18-32 años más moderno que el texto que reproduce. Se halla en la Biblioteca Rylands en Manchester.

            3º.- La Biblioteca del Nag Hammadi (pinche aquí si desea conocerla mejor). Es un conjunto de trece códices descubiertos en Nag Hammadi (Egipto) en 1945, los cuales contienen el Corpus Hermeticum y la República de Platón, escritos en copto, así como por lo que a nuestro tema concierne, cincuenta y dos apócrifos gnósticos, entre los cuales el Evangelio de Tomás, conjunto de dichos de Jesús que algunos consideran más antiguo que alguno de los canónicos, el Evangelio de Felipe o el Evangelio de la Verdad. Los códices de Nag Hammadi se encuentran en el Museo Copto de El Cairo.

            4º.- Los Documentos del Mar Muerto (pinche aquí para conocerlos mejor). Colección de alrededor de ochocientos textos de una comunidad probablemente esenia que tenía su sede cerca del mar Muerto, sobre la que ofrecen gran información, los cuales aparecieron en 1947 en once grutas en las inmediaciones y datan de un período que va del año 150 a. C. al 70 d. C (fecha de la destrucción del Templo). Entre los fragmentos aparecidos se halla el controvertido 7Q5 investigado por el jesuita Padre O’Callagahm, el cual estableció la tesis de que se trataba de un fragmento del Evangelio de Marcos que podría datar del año 50 d- C. Se hallan repartidos en varios museos, el Museo de Israel, el Museo Rockefeller e Jerusalén y el Museo de Antigüedades de Amman (Jordania).

            5º.- Los papiros Bodmer (pinche aquí si le interesa el tema), un conjunto de veintidós papiros descubiertos en Egipto en 1952 y empezados a traducir en el 1954, datados hacia el año 200, con un variado contenido que por lo que a nosotros concierne incluye dos copias casi íntegras del Evangelio de Juan, lo que convierte al de Juan en el Evangelio mimado de la papirología; una copia casi íntegra del de Lucas, las epístolas más antiguas conocidas de Judas y las dos de Pedro y hasta un ejemplar del importante apócrifo que se da en llamar Protoevangelio de Santiago. Se conservan en la Biblioteca Bodmeriana, en Cologny, Suiza fuera de Ginebra. En el 2007 la Biblioteca Vaticana adquirió los papiros P74 y P75.

            En los albores del s. XX pero todavía en el XIX se produce otro de los grandes hallazgos papirológicos de la historia, la Biblioteca de Oxyrrinco (pinche aquí para conocerla mejor), pero el tema lo dejamos para otra ocasión, que por esta ya hemos tenido bastante.
 

martes, 4 de marzo de 2014

DE LA MUERTE TAN IGUAL Y TAN DESIGUAL.





Actualizado 3 marzo 2014
            Sí, queridos amigos, así es, porque la muerte es ante todo desigual, inicua en la primera acepción del término, es decir no igual, no igualitaria, que no en la segunda, aquélla que la asimila a la injusticia (ya hablamos del tema, le invito a conocer lo que decíamos pinchando aquí).


            Y así, para unos llega tarde y para otros llega pronto, para unos terceros terriblemente pronto; para unos es dulce, y con otros se ceba y se comporta con crueldad rayana en el sadismo; a unos les avisa con muchos tiempo, a otros se les presenta repentina y misteriosa, descortésmente imprevista e imprevisible; para unos representa la culminación de una vida y a otros se la trunca dejándolo todo inacabado, a medio hacer; para unos es violenta y para otros tranquila y sosegada; para unos es natural, producto de lo que la propia naturaleza da de sí, para otros es precipitada, provocada; para casi todos es indeseada y temida, para otros puede llegar a ser esperada y casi deseada; en unos provoca a su alrededor una insoportable tristeza y un indescriptible vacío, otros se van sin que nadie derrame una lágrima, cuando no dejando una difícilmente descriptible sensación de alivio y desahogo. Así de inicua, así de desigual es la muerte.

            Y al mismo tiempo tan justa e igualitaria, el único hecho junto con el nacimiento que nos iguala a todos como seres humanos. Porque lo único que efectivamente es cierto y no deja lugar a duda ni opinión, es que un día todos, absolutamente todos, hombres y mujeres, pobres y ricos, grandes y chicos, sabios e ignorantes, patricios y plebeyos, buenos y malos, cristianos y paganos, herejes y fundamentalistas, médicos y pacientes, felices e infelices, herejes y santos, blancos y negros, altos y bajos, ciegos y videntes, gordos y flacos, famosos y olvidados, montescos y capuletos... todos vamos a morir.


            ©L.A.

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sábado, 1 de marzo de 2014

YA EMPEZAMOS COMO EN EL VALLE DE LOS CAÍDOS


LA CATEDRAL DE CÓRDOBA.




Actualizado 28 febrero 2014

De la Mezquita Catedral de Córdoba: una reseñita histórica

            Ahora que la Junta de Andalucía, gobernada por unos inútiles que fían todas sus posibilidades electorales al grado de enconamiento que puedan imponer en las relaciones entre el estado y la Iglesia, crea una nueva polémica referida esta vez a la titularidad de esa magnífica obra de arte que es la Mezquita de Córdoba, creo interesante realizar una breve reseña histórica de uno de los más magníficos monumentos que se asientan en uno de los países de por sí más monumentales del mundo, el nuestro.

            Empecemos por donde conviene: la que unos llaman Mezquita de Córdoba, otrosCatedral-Mezquita, y otros Mezquita-Catedral, es, técnicamente hablando, laCatedral de la Asunción de Nuestra Señora, y antes de la Santa María Madre de Dios; como antes fue la Gran Mezquita de Córdoba, como antes fue la Basílica de San Vicente Mártir. Es decir, que a todos aquellos para quienes la Mezquita es fruto del expolio de los cristianos a los musulmanes -que en este país nunca falta un sando para una sandez-, habrá que recordarles que antes ya lo fue de los musulmanes a los cristianos.

            Poco es lo que se sabe de la primitiva Basílica de San Vicente. Realizada por los visigodos sobre construcciones previsigóticas, las excavaciones dirigidas por Félix Hernández en 1930 demostrarán la existencia en su subsuelo de todo un complejo eclesiástico datable entre los siglos IV y VI: restos de la basílica, la casa episcopal, la escuela y demás dependencias.

            Tras la invasión musulmana de Córdoba, durante unos años conviven en la basílica el culto cristiano y el islámico, hasta que hacia el año 785, durante el reinado del primer emir omeya, Abderramán I, se pone fin a esta convivencia y se inicia sobre la iglesia cristiana la construcción de la que será la Gran Mezquita de Córdoba.

            El nuevo edificio consta de once naves longitudinales orientadas hacia el río Guadalquivir, la central conducente al mihrab, que reposan sobre material de acarreo romano y visigótico sobre los que se elevan pilares de sillería que añaden altura al nuevo templo, atados mediante dobles arcos. El resultado es un inmenso bosque de columnas de doble arquería y básicamente bicolor. El conjunto se cierra con el muro de la quibla, que contrariamente a lo que marca la ortodoxia, no se orienta hacia La Meca sino más al sur, hecho que podría derivar de un mero error geométrico o hasta tener que ver con un acto de autoafirmación andalusí tras la proclamación de su independencia respecto a Damasco.

            El emir Hisham I termina el patio y le incorpora una torre o alminar.


 
 

             En el año 833, Abderramán II inicia la primera ampliación del templo (parte violeta en el plano arriba), derribando el primitivo muro de la quibla y prolongando las arquerías en ocho tramos o crujías hacia el sur, con lo que le dota de una planta cuadrada que no tenía. Los elementos arquitectónicos son idénticos a los de la fase inicial: alternancia de dovelas en los arcos (amarillas de caliza y rojas de ladrillo), pero esta vez, junto al material de acarreo se utiliza también material nuevo, como los ocho capiteles “de pencas”. El mihrab se sostiene sobre cuatro magníficas columnas y sobresale del muro de la quibla.

            Abderramán III, que como se sabe es el primer califa cordobés (algún día dedicaremos un capitulito de esta columna al título de califa), agranda el patio, derriba el alminar de Hisham y erige uno nuevo que se conserva embutido en el campanario cristiano.

            Coincidiendo con el esplendor del califato, Alhakén II realiza la segunda ampliación (parte marrón en el plano). Derriba la quibla de Abderramán II, y amplía el edificio en doce crujías hacia el sur, devolviéndole su planta rectangular inicial aunque ahora con orientación norte-sur y no este-oeste, como era originalmente. Para mejorar la iluminación construye cuatro lucernarios con cúpulas nervadas. Levanta nuevos arcos polilobulados y entrecruzados. Levanta el doble muro de la quibla y traslada el mihrabdándole su característica forma octogonal cubierta con una cúpula con forma de concha, recubriendo su portada y las cúpulas que lo preceden de bellos mosaicos ejecutados por artesanos bizantinos.

            A fines del siglo X, Almanzor lleva a cabo una nueva ampliación que hace la tercera (parte azul en el plano), y aunque parece que la cercanía del Guadalquivir es la que le disuade de realizarla hacia el sur, lo cierto es que al desplegarla hacia el este, lo que hace con ocho nuevas naves, consigue recuperar la planta cuadrada que tenía tras la reforma de Abderramán II, aún al precio de descentrar el mihrab, parte central de toda mezquita, cuyo emplazamiento no altera. En los arcos permanece la alternancia de dovelas, pero apenas cromática y no ya de materiales, pues todo es piedra caliza.

            Tras la reconquista cristiana de Córdoba acontecida en 1236, el rey santo Fernando III consagra la mezquita en catedral. En 1371 se termina la Capilla Real en la que son sepultados los reyes Fernando IV y Alfonso XI hasta que en 1736, son trasladados a laIglesia de San Hipólito, también en Córdoba, donde reposan en la actualidad. Bajo uno de los lucernarios de Alhakén II se sitúa la Capilla Mayor, aunque hasta 1489 en queÍñigo Manrique de Lara, -obispo de Córdoba entre 1485 y 1496, llamado el “segundo”, para no confundirlo con su tío homónimo-, promueve la construcción de una nave de estilo gótico, no se ejecuta alteración arquitectónica alguna.

            No es, sin embargo, hasta 1523 que se produce la gran transformación del espacio con la construcción de una iglesia renacentista en el centro del edificio y, como se ve con claridad en el plano, sobre parte de las amplicaciones de Abderramán II y Almanzor. Promovida  por Alonso Manrique de Lara, -sobrino del que mencionamos arriba, obispo de Córdoba entre 1518 y 1523 y luego cardenal e Inquisidor General-, la construcción la llevan a cabo varios arquitectos, entre los cuales los Hernán Ruiz, “el Viejo”, “el Joven” y “el Tercero”, o los Ochoa Praves, Juan y Diego, prolongándose por más de un siglo y finalizándose en 1607, en pleno barroco.

            Se cuenta que Carlos V, inicialmente partidario de la reforma, al verla se habría lamentado diciendo algo así como “habéis destruido lo que era único en el mundo, para poner en su lugar lo que se puede ver en cualquier parte”. Puede que la historia sea auténtica, pero puede también que no. Si lo fuera, lamento mucho tener que estar en desacuerdo con el Emperador.

            En primer lugar, porque la obra no afecta ni a la décima parte de la superficie del monumento, es decir, mucho menos que cualquiera de las reformas que unos emires y califas hacían a los anteriores, y cuyos resultados a nadie se le ocurre cuestionar.

             En segundo lugar, sirvió para salvar el maravilloso monumento cordobés, cosa que no ocurrió con la preciosa mezquita sevillana -de la que sólo nos ha llegado el alminar, es decir, la Giralda- o la toledana, como, por cierto, tampoco había ocurrido antes con la magnífica basílica visigótica existente en el solar cordobés, sustituida por la gran mezquita que hoy contemplamos.

            En tercer lugar, los espacios platerescos de la Mezquita atesoran una belleza que los justifica por sí mismos.

            Y en cuarto lugar, la transición de las hechuras andalusíes de la mezquita a las hechuras platerescas de la catedral constituyen una verdadera obra de arte, que no sólo no desmerece la mezquita, sino que la engrandece y amerita como también a quien la concibió.

AUTOR  D. LUIS ANTEQUERA EN RELIGIÓN EN LIBERTAD