lunes, 23 de enero de 2012

DIOSESILLOS Y HETERODOXOS

 

La idea de un Dios que tenga los defectos y las debilidades de los humanos siempre ha sido cara para los humanos. Si usted habla la verdad desnuda sobre las cosas de Dios (De Dios, el único) no le escucharán.

Habla de un dios que tiene los defectos nuestros (en mayor escala, que para eso es dios) y entonces surgirán asambleas ricas e influyentes. Estas, aun basadas claramente en el mal, tendrán sus acólitos fervientes, mientras el bien es desechado como débil o tiránico  

Los hombres quieren pagar por sus pecados. No quieren nada gratis. Ni siquiera valoran la perversidad siniestra del pecado. Criticarán todo lo que tenga relación con una religión que maneje dinero, pero gustosamente formarán parte de ella.

Cuanto más oscura y siniestra, como las organizaciones que despojan a sus concurrentes, más adicto se es. Ya hemos visto lo que sucedió con los llamados "davinianos". Y no es fábula pues sucedió de verdad. Era una esclavitud perpetua a cambio ¿de qué?

El poder de la organización, es el poder de ese adicto. Sabe que socialmente entre sus correligionarios está en regla, y vive criticando y quejándose, pero a la vez satisfecho de que sus dudas y sus preguntas interiores no tienen que ser resueltas por él, y esta pereza le lleva a aceptar superficialmente, lo que le diga la organización a la que ha seguido.

Ese eterno continuo a la mitología de dioses semejantes a los humanos, perversos, poderosos, y vengativos, es una constante en el vacío espiritual de los hombres. El ser  humano no acepta el pecado. Acepta lo que a su juicio, es falta contra la sociedad, mientras crea que le conviene.

Sobre todo lo que conspira contra su bienestar inmediato; se guarda muy mucho de pensar, y dar a las punzadas de su conciencia el valor que sabe que tienen, aunque le molestan y le ponen en situación de soledad y de inferioridad.

Pensar está contraindicado en estas sociedades. La gente adquiere una conciencia colectiva, que le lleva a manifestaciones del tipo que sean. Lo mismo una algarada callejera de protesta social, que una romería.

«La gente va a donde va Vicente, y Vicente va a donde va la gente». No existe examen profundo de lo que su persona significa en esta tierra, porque los asuntos de trascendencia no le preocupan. ¿O sí?

Uno de los valores que se pierden a marchas forzadas, y crean una sociedad vacía e inerme ante las manipulaciones, es la absoluta indiferencia hacia la lectura y la reflexión.

Así se fabrican seres humanos sin criterio, que seguirán haciendo lo que todos y, aunque un descontento los zarandea y atormenta, la pertenencia al grupo y a la opinión prevaleciente entre ellos, les deja relativamente tranquilos.

Adivinan, que detrás de la vaciedad del pensamiento “corriente” hay algo más, a lo que no se atreven a hincar el diente. Además ya hay quien vigila y se encarga de que la persona con inquietudes tenga que buscar la aguja en el pajar... lleno de agujas.

Es el triste espectáculo de la manipulación de las cosas buenas, para que lo estrambótico sustituya al misterio del más allá. Lo que sea tiene carácter de ciencia o iluminación, cuando solo son fábulas para captar a las personas.

El pensamiento crítico ya no existe, y la gente sabe las cosas según se las explica el periódico de su gusto, o el programa de televisión, radio, y periodico favorito. Es decir, el que le dice lo que él quiere escuchar. En política, y en asuntos sociales también se da así.

Lo heterodoxo, que somete a reflexión las cosas antes de someterlas a crítica, no está de moda. Se critica sin saber, y se queda la gente tan satisfecha. Así se forman sociedades que más tarde se quejan de «haber creido en...», obviando toda responsabilidad suya.

La equidad, aun a riesgo de importunar a unos y otros, quiere discernir los hechos y suministrar un punto de vista a que la lleva el libre y riguroso examen de la Biblia y sus diferentes interpretes, sin complejos, y sin tratar de agradar a nadie, sino a la suscinta verdad. Si hay error, es nuestro. La Escritura es inerrante.

LA (buena)VOLUNTAD DE DIOS




Cuando mi hijo era pequeño había que llevarlo periódicamente a la peluquería. Era una "odisea". Tan pronto como el peluquero nos veía entrar en su establecimiento, nos lanzaba una mirada mezcla de simpatía y de compasión, por él y por nosotros. El niño gemía, se agitaba, protestaba, sudaba... y el peluquero y yo con él.

Una larguísima hora era precisa para hacer el trabajo, tan agitado y malo, que dejábamos pasar el tiempo más de lo conveniente antes de volverlo a llevar.

Un día, que se hallaba más sosegado, pude persuadirle de que si se quedaba quieto le podía prometer que el asunto duraría menos de la mitad del tiempo, y el trabajo sería menos desagradable y aun pasable para él mismo. El niño era inteligente y comprendió. Dios sabe el esfuerzo que haría con tal de contentarme. Lo cierto es que los siguientes cortes de pelo fueron totalmente tranquilos, sin gemidos, tirones ni sudores.

Eramos el mismo peluquero, el mismo padre y el mismo niño, pero la actitud de éste era distinta y todo cambió a mejor. Ya jamás volvimos a padecer aquel suplicio. La actitud del niño, confiado, positivo y calmado, fue el condicionante de aquella estupenda variación.

Podemos colegir, pues, que es nuestra actitud ante cualquier situación lo que condiciona decisivamente las circunstancias y resultados en casi todos los aconteceres de la vida. Mala actitud y enfrentamiento, es igual a sufrimiento. Buena actitud, es serenidad y paz.

Comprueben en un niño pequeño al que hay que ponerle una inyección. En medicina, y ante cualquier intervención médica, lo que más aprecian los cirujanos es la serenidad y confianza del enfermo, que les facilita de forma extraordinaria la necesaria intervención. Y lo dicho es extrapolable a toda situación.

Segunda. Muchas veces preguntamos: ¿Cuál es la voluntad de Dios en este asunto tan doloroso y complicado que me está sucediendo? Podemos decir con toda certeza: La voluntad de Dios es exactamente lo que me está pasando! ¡Esto mismo!

En esta actitud, que es difícil si es sincera, el creyente comprueba sin más cuál es la voluntad de Dios. La fe repite constantemente: ¡Esta es! Y ya no hay por que devanarse la cabeza ni agitar el corazón. Todo lo que ha pasado, pasa o pasará, es la voluntad de Dios. Los mismos sucesos son su voluntad y los resultados de esa voluntad.

Ya decimos que es difícil, en un trance cualquiera, decir y sentir esto con sinceridad y acatamiento real. Pero es así, y no de otra forma. Dios crea, vitaliza y controla su universo. No se descuida o duerme, ni tampoco se equivoca. Si lo sentimos así, comprobaremos más adelante esta verdad tan reconfortante.

¡Palabra de Dios! Nosotros verdaderamente lo creemos así sin más discusión, y por ello procuramos hacerla real y viva. Y es que para nosotros estas palabras que se leen no son un acto más del ritual, Son reales y transformadoras de vidas.

¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿ De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo buena? ¿Porqué se lamenta el hombre viviente? ¡Laméntese el hombre de su pecado!... Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso (Lamentaciones 3:37-39; 28).

Mi alma está muy turbada y tú, Señor, ¿hasta cuándo?. Salmo 6:3. Conozco, Señor que tus juicios son justos y que conforme tu fidelidad me afligiste. Sea ahora tu misericordia para consolarme (Salmos 119:75,76).

Del libro EL HOMBRE ANTE LA PRUEBA


DOBLEGA EL ROSTRO

Doblega el rostro cristiano
Ante la bondad del Cristo;
Él te hizo y eres suyo,
Tu consuelo, Él ha provisto
Con su poderosa mano.

Queda tranquilo y paciente,
En cualquiera situación,
Porque Él no te atribula
Por malsana diversión,
Sino por su amor clemente.

Espera en su fiel promesa,
Que el mundo nada te ofrece
Sino penas y dolores;
Ten confianza, obedece,
Que la gloria viene apriesa.

Si confías en su palabra
Y mantienes la esperanza,
Sosiega tu recia pena,
Que pronto habrá la bonanza
Que tu esperanza te labra.

Nada en este mundo dura;
Angustia y la incertidumbre
Hacen sufrir al humano,
Pero la que es cierta lumbre
Nos lleva a la gloria pura.