domingo, 8 de septiembre de 2013

CORRILLO DE CRISTIANOS



Traigo a colación una conversación que un día se suscitó entre unos pocos amigos de distintas confesiones. No se conocían entre sí y al principio había como una especie de velo o cendal que nos separaba a unos de otros. Cuando nadie hizo demostración de tratar de llevar a los otros a sus propias formas de contemplar el misterio de la fe “en Jesucristo” esta desconfianza desapareció al tener todos un común Señor y estar de acuerdo en las cosas principales.

Y ya confiados y cada cual en sus creencias (que no fe), esta separación y desconfianza fue desapareciendo, cuando les dije que igual que los paganos pueden con libertad hablar entre ellos, y esto es cosa general ¿porqué los creyentes, aunque fueran de distinta extracción, no podían reposadamente aportar argumentos de contraste entre ellos? La fe santa se cuaja en estos pacíficos corrillos, aunque en el fondo cada cual esté convencido en su propia mente de su forma de agradar a Dios por medio de la fe. (Hebreos 11:6)

Al principio todos estaban algo remisos, quizás por la presión de sus congregaciones, y tal vez recordando el versículo que dice: Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: !!Bienvenido! (2 Juan 1:10) Es natural que en personas ignaras se pretenda librarles de tal ignorancia para que conozcan bien los basamentos de la fe y ellos tomen su decisión, o queden más asequibles a la acción del Espíritu de Cristo.

Las razones de cada uno por las que éramos de distinta confesión, no caben en este escrito, sino en la convicción de que sin una instrucción, aun superficial, no van a entender razones que desconocen casi totalmente. Y bien sabe el Señor que hay mucha ignorancia hasta de lo más elemental.

Y es lamentable la escasez de instrucción, y por ello de conocimientos, que planea sobre la mayoría de la gente. Bien sabemos que no todos son llamados, y de estos pocos los elegidos, pero la ignorancia hace que muchos buenos cristianos sepan menos de la Escritura que un niño de una escuela dominical. Y tengo la alegría de constatar que hubo muchas aclaraciones, y se transmitió por todos mucho espíritu de fe y esperanza.

Esto no es aceptable de ninguna manera, y de ahí las responsabilidad de cada creyente de aportar, correctamente, su mucho o poco conocimiento. Para que la fe no sea, como nos acusan a veces los extraños, una fe ciega y desconocedora de porqué se cree y por qué se actúa.

Es posible que el que habla o escribe no sea muy buen expositor de la doctrina, aunque tampoco hace falta ser un Sócrates para proclamar con entusiasmo la fe recibida de apóstoles y profetas, en el largo caminar de la historia que las Santa Escrituras manifiestan a lo largo de su lectura o mejor aun, el estudio de ella. Y al final está Jesucristo el cual es totalmente infalible en los misterios de Dios, su Padre.

Siendo, como es, la Escritura lámpara a nuestros pies y lumbrera en nuestro camino, es muy preocupante ante la apostasía general, que no se tenga la salvación como asunto principal de nuestras vidas, y término de nuestros esfuerzos. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. (Romanos 10:2) Dice pablo de muchos.

Sin conocimiento se está a merced de lo que se le ocurra decir a cualquier bigardo, que piense que ha descubierto algo nuevo, y quiere embutir a los demás de esa patraña. De ahí la responsabilidad de la Iglesia de Dios, columna y baluarte de la verdad.

Es pues el conocimiento obligatorio de las Santas Escrituras, a cualquiera que se tenga por creyente, tenga en algo la salvación eterna y la presencia perenne de Dios en su vida. Tal conocimiento le ayudará a moverse, en un mundo cruel y perdedor de almas, con los señuelos y espejuelos del placer inmediato y del orgullo de la vida. ¡A Dios la gloria!

AMDG.