miércoles, 14 de diciembre de 2011

LA NECESIDAD DE RECATO



Es ya cosa reconocida, que el porcentaje más abrumador de la sociedad española no quiere ni oír hablar de Jesucristo. Así como suena. Hay otros lugares adonde acudir en vez de  a los de culto, y la gente tiene un brumoso conocimiento (el que lo tiene) sobre esta materia.

Bien es verdad que todos se confiesan cristianos, y con la llegada del Islam ya algunos se atreven a contrastar su ¿fe? con la fe musulmana. Decía un Mullah musulmán, que todos los hombres nacemos musulmanes, porque todos provenimos de Dios. Verdad opinable, pero no debemos olvidar lo que Jesús les dijo a los discípulos que le seguían y escuchaban: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí... (Juan 14:1)

También hay muchos que siente muy listos y suficientes cuando en realidad, enseguida que una adversidad que a todos se nos presenta a los largo de nuestras vidas, claman culpando a Dios de algo que les acontece. El Cristo de Dios para nuestra salvación, enseñanza y ejemplo, es algunas veces objeto de burla.

Mientras esto no sucede, Dios permanece para muchos en una nube tenue, y en algunos hasta es objeto de vejación y hostilidad. Y no solo es el “pueblo ignorante”, sino la llamada “inteligencia” o “intelectuales” por todos los que, naturalmente, no saben ni donde están de pie.

Una inteligencia cubierta de telarañas que les tapan los ojos a lo que verdaderamente es importante, y que es nada más y nada menos que a vida eterna. Con las fatiguitas que se pasan en esta “perra vida” de envidia escasez, injusticias, crímenes, etc. ¿vale la pena vivirla sin fe y sin esperanza de algo mejor, que elementalmente comprendamos que se le haya ocurrido al que hizo este universo? ¿Acaso es más torpe, que nuestra casi divinizada inteligencia?

Y la gente sigue enfrascada en sus pequeños incidentes, angustias, pobreza, o riqueza que “más cuidados le ofrece” como dice Calderón, el poeta en su “Vida es sueño”: Vivimos como anestesiados por las urgencias de las cosas, y nadie tiene tiempo de nada sino de “salir adelante” en esta sociedad que aparenta ser rica, aunque llena de temores, incertidumbres, y tantas agitaciones como soportamos.

Como dice el poeta Juan de MENA en 1444.

Tus casos falaçes, Fortuna, cantamos,
estados de gentes que giras e trocas;
tus grandes discordias, tus firmezas pocas,
y los qu'en tu rueda quexosos fallamos.


Una vida así ¿Quién la quiere? Estamos hechos para vivir, y por eso no soportamos la idea de la muerte que nos produce pavor con solo mencionarla, siendo como es ineluctablemente algo tan definitivo y cierto. Y sin embargo, esa es la vida que nos toca vivir porque la corrupción se ha apoderado de nosotros, cuanto más nos separamos de Dios y queremos vivir nuestra vida como si la hubiésemos recibido en una tómbola.

Estamos forjando falaces filosofías para acallar a nuestras mentes, que conforme se acercan, por la edad o la enfermedad, al fin de su recorrido, comprobamos qué tan  difícil nos cuesta aceptarla. Y así vivimos, hasta que un día nos damos cuenta de que nuestra presencia ya no interesa aquí, y que otras generaciones nos sustituyen, como nosotros sustituimos a otras ya periclitadas.

Entonces, si nos dejan las apreturas, pensamos que no podemos renunciar a otra esfera de la vida, más pura, más despojada de vicisitudes, y sobre todo, plena de eternidad. Y entonces nos parece la hora de meditar los misterios del Cristo, que nos trajo una esperanza viva, tal como mejor dice el apóstol Pedro, y que dejo al final de este modestito escrito:

Un toquecillo bíblico

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, (1ª Pedro 1:3)