viernes, 19 de julio de 2013

RESPUESTA A UN TESTIGO DE JEHOVÁ


 


Estimado “testigo”: Le respondo con brevedad si es posible. Sé que me dejo mucho atrás, pero la brevedad tiene sus servidumbres. No sabría escribir un libro con mis refutaciones que quieren ser instrucción y no disputa. Presuponer que veneración es igual a adoración, ya es una incongruencia y un fallo gramatical.  El diccionario lo da como casi igual porque solo contempla la repercusión y usos sociales.


Venero a San Pablo, y no lo adoro ¿se entiende? Porque en el antiguo templo, y esto en Jerusalén donde no se andaban con chiquitas en estas cosas de la “religión”, también había adornos en el templo, manzanas, un buey, y lo que ellos llamaban el “mar de bronce” amén de otras muchas más. Eran útiles para los que iban al templo. En el próximo envío de Obra para la Difusión de la Santas Escrituras, pondré de todo esto.


Si miras en tu Biblia, verás que estas cosas eran porque Dios mismo lo mandaba. Así que si un señor o una jovencita ambos ignorantes le piden a San Antonio (en estatua claro, y puede ser San Luís, y si tiene barba puede ser  San Pedro) que le toque la lotería o que le proporcione un novio, no lo puedes tomar como adoración y por supuesto, que las buenas mujeres piensen que San Antonio es aquella estatua, entre las muchas que hay en las iglesias católicas.


En muchas iglesias no católicas, he visto en el púlpito una que otra cruz. Y conozco no pocas. Por esos casos, no concluyo con ligereza que los creyentes evangélicos u otros grupos adoren la cruz, ni los clavos, ni la escalera que usaron para bajar al Señor de la Cruz.

Tampoco el vicio de la “reverenditis” que ningún cristiano genuino desea, puede ser en muchos casos adorar sino a lo sumo admirar los conocimientos, la habilidad en la predicación, o la reverencia que se le debe al que habla gratamente de Jesús, Nuestro Señor.


La acusación tendenciosa de adoración a las imágenes, no es nada más que un prurito de inferioridad para sacar las peores cualidades de una Iglesia que viene desde los principios con toda dignidad y sus lacras de hombres.


Por lo demás nadie es mejor que nadie, y Dios que conoce lo íntimo de los corazones sabe distinguir y separar como dice el profeta la paja del trigo. (Jeremías 23:28) Por tanto: Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal,


Y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios. (Colosenses 2: 18,19) Léase todo el capítulo.


AMDG