Estimado “testigo”: Le respondo con brevedad si es posible. Sé que me dejo
mucho atrás, pero la brevedad tiene sus servidumbres. No sabría escribir un
libro con mis refutaciones que quieren ser instrucción
y no disputa. Presuponer que veneración es igual a adoración, ya es una incongruencia y
un fallo gramatical. El
diccionario lo da como casi igual porque solo contempla la repercusión y usos
sociales.
Venero a San Pablo, y no lo adoro ¿se entiende? Porque
en el antiguo templo, y esto en Jerusalén donde no se andaban con chiquitas en
estas cosas de la “religión”, también había adornos en el templo, manzanas, un buey, y lo que ellos
llamaban el “mar de bronce” amén de otras muchas más. Eran útiles para
los que iban al templo. En el próximo envío de Obra para la Difusión de la Santas Escrituras , pondré de todo
esto.
Si miras
en tu Biblia, verás que estas cosas eran porque Dios
mismo lo mandaba. Así que si un señor o una jovencita ambos ignorantes le piden a San Antonio (en estatua
claro, y puede ser San Luís, y si tiene barba puede ser San Pedro) que le toque la lotería o que le
proporcione un novio, no lo puedes tomar como adoración
y por supuesto, que las buenas mujeres piensen que San Antonio es aquella estatua, entre las muchas que hay en las
iglesias católicas.
En muchas
iglesias no católicas, he visto en el púlpito una que otra cruz. Y conozco no pocas. Por esos casos, no concluyo con
ligereza que los creyentes evangélicos u otros grupos adoren
la cruz, ni los clavos, ni la escalera que usaron para bajar al Señor de
la Cruz.
Tampoco
el vicio de la “reverenditis” que ningún cristiano genuino desea, puede ser en
muchos casos adorar sino a lo sumo admirar los conocimientos, la habilidad en
la predicación, o la reverencia que se le debe
al que habla gratamente de Jesús, Nuestro Señor.
La
acusación tendenciosa de adoración a las imágenes, no es nada más que un prurito de inferioridad para sacar las peores
cualidades de una Iglesia que viene desde los principios con toda dignidad y
sus lacras de hombres.
Por lo demás nadie es mejor que nadie, y Dios que
conoce lo íntimo de los corazones sabe distinguir y separar como dice el profeta la paja del trigo. (Jeremías 23:28) Por tanto:
Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto
a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su
propia mente carnal,
Y no asiéndose de
AMDG
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