HONOR DE SOLDADO
El honor de un soldado de cualquier rango es estar dispuesto a morir por defender aquello para lo que ha
sido llamado, entregándose a este empeño sin rodeos y, en caso fatal, dando gustoso su vida para que viva la Patria. Es algo
serio y definitivo. No caben dudas ni fluctuaciones. Estar dispuesto a
darlo todo estoicamente por la libertad y la vida de los compatriotas, y
alcanzar el premio que supone la victoria sobre el mal.
Pero las armas son distintas. Las armas de la milicia cristiana
las define el apóstol de forma categórica: Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir
en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros
lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del
evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe,
con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la
espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; (Efesios 6) Estas son nuestras armas
y deben ser esgrimidas con total entrega, tal como hacen los militares ante el
combate que les puede costar vida y fatigas.
Arengaba Erlach a los Berneses ante
las numerosas tropas imperiales enemigas: solo se trata de repartir muchos golpes,
y no temerlos. Y de ser más honrados que todo ese nublado de buitres, que solo
se han juntado aquí para proporcionarnos más despojos y más gloria. Esa es la actitud cristiana. Golpes
de la palabra y golpes del ejemplo, que en todas partes es la mejor forma de autoridad.
Y tomar ejemplo de tantos como se dan
diariamente, en lugares donde ser cristiano es casi una condena al ostracismo o
a la opresión, mientras nosotros somos unos "empedernidos quejicas" por cualquier inconveniente,
mientras conservamos nuestras casas nuestra tranquilidad para ser o no ser
cristianos, sin acabar de serlo definitivamente. Y esto, sin estar dispuestos a
sufrir agresiones de palabra o de opiniones sobre nosotros, que parece que nos
importan más que la opinión que Dios tiene sobre nosotros.
AMDG.
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