sábado, 28 de abril de 2012

PODERES Y FLAQUEZAS

Las tentaciones de San Antonio
A medida que me introduzco más y más en los asuntos religiosos sobre todo los cristianos, más me voy dando cuenta de que los poderes mundiales son tan numerosos como oscuros. Todo lo que se dice y que aparentemente responde a la realidad, es en definitiva, tantos lazos y pistas falsas para despistar más aun a los ingenuos.

Cuando entraba en el terreno de algunos misteriosos poderes, me daba cuenta de que si quería estar en paz espiritual me convenía, dejar esas investigaciones –muy superficiales por otra parte- y dedicarme a la lúcida vida mística, que no es ni con mucho la retirada a un mundo imaginario, extático, o inexistente, porque adonde quiera que vamos, llevamos con nosotros nuestro núcleo fundamental.

Las famosas y casi míticas “Tentaciones de San Antonio” vivían con él, y en más de una ocasión le sobrevendrían desprevenido, por lo que caer en el  torpe pensamiento es muy fácil, y nos demuestra lo flacos que son nuestros esfuerzos, y lo débiles de nuestras defensas frente al mal. Somos pecadores perdidos, y nada de lo que podamos hacer por nuestras fuerzas nos va a liberar de nuestra condición humana.

El esfuerzo en apartarse de la vida del mundo es inútil y de tal forma el apóstol Pablo nos decía relativo a esto: Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.

 Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? (1ª Corintios 5: 9 al 12)

De ahí que surja una contradicción aparente, entre lo que se predica de esforzarnos por el Reino, y lo que estamos afirmando sobre nuestra incapacidad por lograrlo con nuestros solos esfuerzos y poder.

De ahí la interminable pugna entre calvinistas y arminianos, en un continuo forcejeo por demostrar separadamente las acciones de la Fe y la Gracia de Dios, que en realidad van inseparablemente juntas con la Voluntad y el Esfuerzo humano, debidamente movidos por el poderoso Espíritu de Dios. No trato de hacer teología. Se trata solo de sentido común.

Decía pues, que en los misteriosos poderes reales o míticos, todos somos muñecos de una idea, o de unos poderes que se deben a sí mismos y a otros, y así sucesivamente. Todo misterioso y tremebundo para impresionar más aun, cuando podemos, dejando las quimeras y los temores vivir una vida confiada en Cristo.

A fin de cuentas todos los poderes se van con la muerte; tan muertos están los victimarios como las víctimas perseguidas. Tan muerto está Diocleciano como los mártires cristianos, que solo adelantaron unos años o meses, la liquidación final de toda suerte de inquietud o pertinacia en las cosas  de la vida. Después, les siguió el poderoso emperador.

Los cadáveres encontrados en Pompeya, nos dicen que fueron sorprendidos por unas cenizas ardientes que les dejaron inertes para siempre, sin que las querellas, deudas o los problemas y ambiciones que tuvieron, se salvaran en sus restos fosilizados. Para ellos todo acabó. Poderes o debilidades se esfumaron, en un fenómeno tan natural como la erupción de un volcán.