lunes, 16 de mayo de 2011

DIOS NUNCA NOS FALLA; SOMOS NOSOTROS




En todas las iglesias autollamadas cristianas, cuando se lee un trozo de la Santa Escritura se dice solemnemente: ¡Palabra de Dios! Nosotros verdaderamente lo creemos así sin más discusión, y por ello procuramos hacerla real y viva. Y es que para nosotros, estas palabras que se leen no son un acto más del ritual, por espectacular que éste sea. Son reales y transformadoras de vidas.

Podemos citar algunos pasajes, aunque para el creyente maduro e ilustrado existen infinidad de ellos. Toda la Biblia es consuelo, instrucción y ayuda y cada pasaje es útil para alguna necesidad específica. De todos modos expondremos algunos ¡Son tan hermosos! « «Mi alma está muy turbada y tú, Señor, ¿hasta cuándo?». (Salmo 6:3). «Conozco, Señor que tus juicios son justos y que conforme tu fidelidad me afligiste». «Sea ahora tu misericordia para consolarme» (Salmo 119:75, 76)

¡Cuántas y cuántas citas bíblicas podemos aportar! Son innumerables, y todas nos enseñan que el hombre, ante la prueba, conoce las dos cosas principales en medio de ella.

1ª Todo proviene de la voluntad de Dios, adverso o favorable aun desde nuestra corta perspectiva. ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo buena? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? ¡Laméntese el hombre de su pecado!... Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso» (Lamentaciones 3:37-39; 28).

2ª Dios sabe lo que hace; al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén. Romanos 16:27) 
La primera consideración ya nos proporciona un horizonte de alivio y esperanza Le sigue consecuentemente que la liberación vendrá en todas las ocasiones. Para  verdadero  creyente, hasta la muerte es una forma de liberación.

A veces esta liberación, este escape, se presenta rápidamente, y otras, aunque ocasionalmente parezca que se aplaza según nuestra torpe impaciencia, al final llega con fruto cierto y abundante (Hebreos 12:11).

Siempre hay liberación para el que está en el Señor si sabe esperar el momento oportuno. El Señor dice por boca de David: «Deléitate en el Señor, y El te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda tu camino a Dios y confía en Él: y Él hará» (Salmo 37:4-5). No es hacer ni ser por nosotros mismos, sino amar la obra de Dios y deleitarse en ella sabiendo que ha sido escogido para una gloria inimaginable. Solo eso produce los frutos del Espíritu:… el fruto del espíritu es amor, gozo espiritual, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra esto no hay ley. (Gálatas 5:22 y ss.) Es decir, que nunca nos pasaremos practicándolo.

Las formas, pues, y el tiempo del consuelo, hemos comprobado que dependen de Dios; como todo. Que el consuelo llega es cosa segura; basta estar confiado. La paz llena al creyente, que sabe que el Padre no aflige ni entristece por el placer de atribular a sus criaturas. «Antes bien, si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias» (Lamentaciones 3-32).

AMDG