jueves, 15 de septiembre de 2011

EVANGELIO Y PROSPERIDAD



Jamás pondré en duda, el derecho que los clérigos tienen de vivir como corresponde a su dignidad y estado. (1ª Timoteo: 5:17) Mala sería la iglesia que dejara al que es su mentor en nombre de Cristo, pasar fatigas y tener carencias básicas. Vivir bien, y saber que el cura, pastor, o cualquier dignidad de la Iglesia, pasa apuros económicos, no es propio de una iglesia cristiana.

Lo que sí es opinable es la tendencia de muchas iglesias llamadas “independientes” a predicar el llamado “evangelio de la prosperidad”. Si el Evangelio se sigue esperando una compensación económica casi milagrosa, ya estamos perdiendo la cabeza y también el corazón. Hay que ayudar a toda obra cristiana, aunque eso es otra economía

Ciertamente, cuando una persona verdaderamente cristiana es formal, trabajadora, económica, guardosa sin afán, y no frecuenta vicios de bebida, juego o tantas vanidades derrochadoras, necesariamente ha de prosperar. Y es muy raro que no lo haga.

Siguiendo el evangelio, naturalmente se consigue  una familia próspera, sana,  alegre, respetada y sin demasiadas complicaciones de deudas o intereses que tanto gravan las economías alocadas y perdidas.

Y es que seguir el Evangelio de Jesús es el camino cierto para ser feliz y salvarse de un infierno de problemas en esta esfera de la vida y la garantía -por sus promesas- de estar en la onda de Dios eternamente.

Es como el estudiante que es formal, y estudioso e interesado en alguna disciplina. Normalmente es difícil que se quede en la calle, como sucede a muchos de sus compañeros, que se han dedicado a vaguear, a formar conflictos y acumular suspensos en sus estudios.

Hoy he visto a tres jóvenes “mandilones”, anillados con “piercing”, vestidos de modo estrafalario, sucios, estridentes, y con un aspecto deplorable, que más adelante reprocharán a otros que vivan con holgura. Les increparán y envidiarán por que hayan conseguido destacar por sus cualidades, preparación, y tesón en su trabajo, mientras ellos están enfermos y hasta,  seguramente, vilmente enganchados en un vicio o adicción nefasta.

Por supuesto que no trato de generalizar, pero es cosa común y conocida que de que, “hazte buena fama y échate a dormir y hazte mala fama y échate a morir”. Nos maravillamos porque algunas tribus “salvajes” se pongan toda clase de aditamentos en el cuerpo, que nos producen rechazo y algunas veces repugnancia.

Aquí tenemos una sociedad, que se maltrata a sí misma con una enorme cantidad de vicios y de rarezas que algunos pretenden vender como “originalidad”, y en cambio son cosas tremendas que hacen del ser humano un residuo en la sociedad en que vive.

Ya digo que cada cual puede ser lo que le parezca, también que toda acción trae sus consecuencias. Y también que hay personas (sobre todo jóvenes) que tontamente se introducen en el tabaco, drogas, alcohol, etc. Una tontería que muchos hemos cometido, hasta que nos hemos dado cuenta de que eso solo lleva a la enfermedad y a la esclavitud.

En la Ley de Yahvé se contenía una serie de consejos, seguidos de la seguridad de que iba a ir bien de hacerla fielmente, o de vagar por los caminos del dolor y del peligro en caso contrario. La ley no es la punición; la Ley de Dios es su palabra: Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino. (Salmo 119: 105).

He asistido a innumerables predicaciones en las que cuando se hablaba de la fe, y se leía en la Escritura se obviaba del contexto, el versículo siguiente: ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley. (Romanos 3:31) La ley libra de la contaminación del mundo, y garantiza estar bien ante tantos males, así como el Evangelio completa de forma total, la voluntad de Dios para nosotros.