domingo, 9 de octubre de 2011

AGAPITO MAESTRE Y LA MORALIDAD


No tengo casi tiempo u ocasión de leer a D. Agapito Maestre, pero en los más destacados o leídos, me  ha llamado la atención un artículo suyo en el que habla de la inmoralidad extendida por todas las capas de la sociedad; sobre todo, hacía hincapié sobre los políticos y defraudadores del fisco.

Y tiene razón. Espero que si vuelve a gobernar el PP, (que no debiera haber dejado de hacerlo), y “el miedo guarda la viña”, las experiencias debieran servir para algo, y las cosas podrían ser ya de otra manera, en esos niveles en los que se vigilan tan estrechamente unos a otros.

Y en esa esperanza reposamos los que de una u otra forma queremos una justicia verdadera, que no se va a implantar hasta que no llegue el antiguamente llamado “maestro de justicia o rectitud” entre los esenios.  Que es de sobra y probadamente el Cristo de Dios esperado. No hay conducta mejor, ni semejante, en ningún ser humano filósofo o estadista.

La conducta cristiana, que solo es lo que recomendó Jesús que siguiéramos es la única posible, pero Él no dijo nunca que la seguirían grandes masas, sino que dijo: porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Mateo 7:14).

Son pocos los que se toman en serio el capítulo tan decisivo en la vida del hombre y de los Pueblos, que se manifiesta en toda conducta personal  y culturas mundiales en general. Esto determina el vivir de las gentes, y es notable lo que un cristiano de veras es capaz de hacer por los más necesitados.

El humanismo sin Cristo quiere emular al amor cristiano y a fe de que hay muchas personas que de alguna manera ayudan a los necesitados por compasión o por ética personal. Esas personas aunque no piensen como cristianos, son, si no aliados en el propio sentido de la palabra, sí co-beligerantes contra la pobreza y la injusticia.

Es loable, aunque carece de la motivación necesaria para darse en la totalidad de la persona que ayuda; solo el cristianismo es capaz entre todos de amalgamar los buenos sentimientos humanitarios, con la entrega a algo que en el fondo es amor de la mejor especie conocida por los humanos.

Así pues, vemos a personas motivadas, cristianas y bastante cumplidoras, que tienen que ser amonestados continuamente para que revisen y entren profundizando en la Escritura, y teniendo a esta por bandera y forma de vivir.

Esto, multiplicado e interiorizado por muchos, sería un antídoto contra la inmoralidad general, que ya no se trata solamente de la materia sexual, sino que también abarca otras clases de moral como la de no tomar lo que no es de uno, y ser serio y no deber lo que no se puede pagar, porque eso es robo aun siendo inconsciente. No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (Romanos 13:8) Nada más fácil.

Y si un pueblo no tiene una moral, cristiana u otra, que aborrezca el robo, que reservase la libertad individual dentro de unas leyes, no hechas “pro domo sua” por los políticos de un bando prevalente, o por el dictador de turno.

El Contrato Social de Rousseau, ni es tan malo como dicen los críticos, ni tan bueno como afirman los apologistas. Simplemente, se restringen las libertades individuales en beneficio de todos. Es la ley que en Inglaterra obliga a circular por la izquierda a los automóviles, y en Europa continental por la derecha.

Orden y respeto, no son tan difíciles de acatar, cuando sabemos que si hay una emergencia en nuestro hogar, podemos llamar a un médico, a la policía, a los bomberos etc. Y Dios sobre todo y en todos.