jueves, 21 de julio de 2011

DE LA DIVINA HUMILDAD



A manera de introducción al tema, o materia


En éstos escritos, procuro que otros conozcan lo que tanto me ayudó a mí.

Contiene llamadas a pasajes bíblicos que orientarán mejor que el mismo texto a los lectores interesados. Todo unido, creo, contiene bastante que examinar y meditar.

Por otra parte, tampoco persigo elaborar una enciclopedia, perfectamente ordenada en fondo y forma, estructurada al máximo y con una metodología estricta. Prefiero que predomine la espontaneidad, ya que insistir en la perfección de la forma es, al menos en mi caso, la mejor manera de arruinar el contenido.

El Espíritu y el orden racional no se llevan bien. Obsérvese la Biblia y se apreciará sin duda el bello y ordenado desorden en que el Espíritu se expresa por medio de los más variados estilos y autores... de los cuales, pocos había con la carrera universitaria de escritor, si se me permite la ironía.

La lectura del evangelio de Juan me provocó, en mis principios, este desconcertante sentimiento: las respuestas de Jesús le parecían a la parte racional y sistemática de mi mente, evasivas que no respondían a la pregunta formulada ni a la cuestión suscitada.

Sólo cuando comprendí a Jesús me llené de admiración por este evangelio. Porque sus respuestas, ciertamente, no contestaban como a mí me parecía que debieran hacerlo; como mi mentalidad racional-occidental esperaba... pero lo que decía era incuestionablemente cierto y contenía aún más que lo que la pregunta formulada pretendía obtener.

Yo pretendía que el escritor pusiera en boca de Jesús el discurso de un catedrático asiduo a las tertulias de televisión, en tanto que el evangelista no se preocupó tanto de complacerme a mí, como lector, sino de complacer al que dejaba su espíritu libre para comprender las palabras del Maestro, como, asimismo, quería Jesús.

Es decir, fui yo mismo, por el Espíritu, el que se acercó y amoldó a la Palabra. Y es que con el lenguaje del Espíritu no puede perseguirse escribir un manual ni un libro de texto.

De modo que, si usted busca aquí un escrito a la manera "académica" y moderna, no lo va a encontrar. Si en cambio, busca compartir verdades espirituales, por más que usted ya las conozca, pero expuestas desde otro punto de vista, podrá encontrarlas: lea y forme su propio criterio.

Si las conoce, ¡enhorabuena! Si discrepa en algún punto, al menos le habrá hecho pensar, y sería de gran ayuda para mí que me lo comunicara. Todos somos maestros y también aprendices. Si le dice algo que no conocía o sobre lo que, simplemente, nunca se había puesto a pensar... esta modesta obra habrá cumplido con creces su propósito.

No me he molestado en ser original, tanto más cuanto que no hablo de nada nuevo: es, de hecho, importante que lo expuesto sea conocido por todos los siervos de Dios, como lo ha sido para los que durmieron, años y siglos atrás.

Gracias a Dios por su sabiduría al repartir sus dones a sus siervos, y darles mayor utilidad para todos. El es, en su Palabra y en su Revelación, la mejor bibliografía.

La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Ap. 7-12