jueves, 14 de junio de 2012

AMIGOS DE VERDAD



A veces doy la impresión de que muchas personas me refutan, pero es que de esas refutaciones o mensajes insolentes saco la materia para poder afirma mi fe, y darle al remitente una versión más real de la que el supone solo por lo que escribo, o por lo que ve en otros que hablan con el mismo lenguaje que yo.

Solo causo esa impresión porque pocas personas se molestan en refutarme. Tengo afortunadamente muy buenos amigos, tanto que a falta de mis dos hermanos mayores fallecidos, encuentro en ellos un tipo de hermandad que no depende de la familia, sino que nosotros hemos hecho tal familia.

Son persona inteligentes, increíblemente francas, que solo quiere decir que son humildes sin manifestaciones estentóreas, y me hacen sentirme bien entre ellos. Lamentablemente, cada cual está en sus asuntos y en el lugar o país no muy cercano, y echo de menos la camaradería que me encantaría tener con ellos.

Y digo esto, porque entre la multitud siempre se puede sacar personas de una valía extraordinaria, y de unos corazones sensibles y que sorprenden por su denuedo en hacer las cosas bien.

A estos benditos amigos, las palabras honestidad, honor, decencia, ética etc., les hablan de su edad juvenil, y de la comprensión que ahora tienen de las vicisitudes de la vida. Ahora no solo entienden, sino que comprenden y asumen las flaquezas de otros.

Ellos me hacen pensar y adoptar una actitud no juzgadora, y más tolerante con los demás. En otras ocasiones alguien que me parecía una persona detestable por una expresión o una actitud pasajera, al conocerla mejor y contrastar su espíritu, me he dado cuenta de sus valores y me he dicho en algunas ocasiones ¡Este es más humano y honesto que yo!

Y es que, al mirar con ojo bueno a las personas, nos damos cuenta de que son prisioneros del mismo que trata de aprisionarnos a nosotros, el diablo del orgullo. Y no quiero que pase tal cosa. Ellos despiertan en mí una oración, con el deseo ferviente de que conozcan a Jesucristo igual que yo le conozco o mejor.

Y esta oración se concreta, sin palabras ni posturas, en un deseo ferviente por su felicidad, por su entrega a las directrices amantes de Jesús, y por su eterna salvación. Ellos no saben el amor que les tengo, porque si lo supieran se lanzarían al amor hacia Dios, y el deseo de estar con Él siempre en una vida de presente eterno, tal y como Dios vive.

Solo espero en la promesa de Cristo, y en que Dios me haga digno de esta amistad, que me honra y me distingue. Mi oración es pensar: Encomienda tu camino a Dios y confía en Él y Él hará. (Salmo 37:15)