viernes, 19 de octubre de 2012

SIMONÍA

  
Girolano Savonarola. 


Verá usted: sea cual sea la militancia de cualquiera, la historia aun con sus vulnerables verdades, nos da una idea bastante aproximada de cómo han sido las cosas y puede uno sacar conclusiones más o menos aproximadas de la situación de la Iglesia cristiana actual.

En aquellos tiempos, la simonía y otros vicios contaminaron de tal modo  a la iglesia, que los movimientos cismáticos y de protesta fueron abundantes, y no se sabe a ciencia cierta que era o que hacía tan cortos los reinados de los papas.

Vinculados a los territorios y a las posesiones, no era de extrañar los movimientos de Jean Hus, Lutero, Calvino, Swinglio, los valdenses, y hasta los cátaros con toda su carga de superstición o desviación de las doctrinas aceptadas por todos, con todos los defectos que tuvieron.

Se trataba de reformar la Iglesia y no de separarse. Hay dos libros entre miles que describen la historia de aquella época de la Iglesia. LUCRECIA BORGIA creo que de María Bellonci Y SAVONAROLA no recuerdo el autor. No me extiendo, en este breve comentario, pero hay que hacer justicia a la situación en aquellas épocas.

Los reyes y emperadores  se inmiscuían en los nombramientos de los papas a la espera de que estos a su vez inclinaran a sus pueblos a seguirles y a recibir bendiciones por ello. Toda una corrupción de la recta doctrina acuciada por las circunstancias.

El feo asunto de las indulgencias, disparó la rebelión en la que todos perdieron, ya que Lutero incitó a los príncipes masacrar a los bautistas y otras sectas. No sigo, porque es un lamentable cúmulo de episodios, por los cuales el mismo Papa actual ha pedido perdón, reconociendo la malaventura de perder para la Iglesia Católica, gente de valía y predicamento.

Dentro de estar incursos en la naturaleza humana, con sus grandezas y vilezas, los hombres que se separaron de grado o por fuerza de la comunión con la Iglesia medieval-renacentista, eran gente apasionada por la misma iglesia que abandonaron, debido a las lacras que creían reformar en ella.

Su celo por regenerarla devino en confusión y enemistades reales, que produjeron injusticias y guerras abiertas entre ellos. Nada cristiano, por lo que se puede colegir, a poco que se tenga uso de razón y algo de objetividad. Usted mismo me ha recordado aquellos hechos.

Ahora, lo que no es comprensible, es que no se encuentre vínculo que pueda reparar la unidad de la Iglesia de Cristo que Él ganó por su propia sangre. Se hacen intentos que son alabados por muchos, y refutados por otros. La unidad del Espíritu con el vínculo de la paz, está muy lejos de la fe de Cristo, y de la mansa conducción de la voluntad de Dios.

Para mí, la paz entre distintas confesiones “cristianas” es de elemental condición, si queremos hacer caso de nuestro Señor. No trato de decir que se acoja cualquier clase de confesión espuria, pero los que se equivocan de buena fe estarán en el error, pero su espíritu es deseo de concordia y de búsqueda de la pura verdad.

Creo haberle contestado a sus dudas. Gracias por leerme.