viernes, 13 de julio de 2012

ELVALOR DE LA LEY DE DIOS

 

Cuando uno llega a una cierta edad, y ya ha visto muchas cosas, y encima es de filiación cristiana llega uno a decir “a mí ya no me sorprende nada”. Nada más lejos de la verdad. Cuanto más conoce uno más se sorprende. La maldad y la corrupción del hombre no tienen límite.

Cuando Calvino hablaba de la depravación congénita del hombre, creo que acertaba de pleno. Puedo estar más o menos de acuerdo en muchas cosas, pero en esta de la depravación del ser humano estoy totalmente de acuerdo con él.

Alguno se dirá ¿Qué es eso de la depravación del hombre? Es fácil. Los deseos perniciosos y las tendencias contra natura y contra todo derecho, solo para darse a sí mismo un placer o un capricho, es la depravación de la naturaleza humana perdida.  Y en ello todos somos partícipes. Y así dice la Escritura Santa: He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones. (Eclesiastés 7:29)

Solo hay que mirar a los grandes hombres de Dios famosos más o menos acertados, pero que echaron mano de la violencia y nos dieron los hombres más corrompidos, y en casos, más opuestos a la ley basándose paradójicamente en ella.

Lo vemos cada día en guerras sangrientas e injustas y en otras más larvadas, pero al mismo nivel de odio de unos contra otros. La esclavitud oculta, la prepotencia del poderoso y la maldad y el rencor del que no puede, todo eso es la guerra fruto de la depravación humana.

Sin entrar en más (a buen entendedor pocas palabras bastan) sobre este asunto quiero decir también que la ley de Dios tan atacada y pervertida es el camino primero para la conducción más recta del camino del hombre. No es una imposición restrictiva porque como dice la Biblia: lámpara es a mis pies y lumbrera en mi camino.

Esa Ley o Tora, dada a Israel, y de la que se abusa con limitaciones o es desarrollada ilegítimamente. Es por eso que la Escritura Santa dice claramente: Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; (1ª Timoteo 1:8).

Que Cristo la dulcificó dándole su verdadero valor y forma de interpretar, no la invalida de ninguna manera. De ella se han sacado multitud de diversas aplicaciones; eso es cosa de hombres, que somos capaces de corromper cualquier texto o la ordenanza más clara para que se puedan basar nuestras opiniones en una Santa Realidad.

Así pues, yo sigo extrañándome de tantas burradas como se perpetran cada día, y se dan a conocer al público de forma tan artera y mentirosa. Y no es de extrañar que vendiendo pamplinas y asuntos secundarios (como dicen  "Billy" Graham, y el Papa siempre que puede) nos vayamos tras lo que no es de provecho, aunque tenga la apariencia de una piedad que no es tal sino un remedo de ella.

             El cardenal Ratzinger considerado por el teólogo Hans Küng y bastantes más, un “duro” del Vaticano, pero hombre de espiritualidad manifiesta y auténtica en todos sus escritos, dice estas sabias palabras en su viejo libro, “Mirar a Cristo“: “Una sociedad que hace de lo auténticamente humano únicamente un asunto privado, y que se define a sí misma en una total secularización (que por otra parte se hace inevitablemente una pseudoreligión y una nueva totalidad esclava), una tal sociedad se hace melancólica por esencia, se convierte en un lugar propicio para la desesperación. Se funda de hecho en una reducción de la verdadera dignidad del hombre”.

“Una sociedad cuyo orden público viene determinado por el agnosticismo no es una sociedad que se ha hecho libre, sino una sociedad desesperada, señalada por la tristeza del hombre que se encuentra huido de Dios, y en contradicción consigo misma”.

“Una Iglesia que no tuviese la valentía de evidenciar el valor, incluso públicamente, de su visión del hombre, habría dejado de ser la sal de la tierra, luz del mundo, ciudad sobre un monte”.

“Y también la Iglesia puede caer en la tristeza metafísica-en la acidia-: un exceso de actividad exterior puede ser un intento lamentable de colmar la íntima miseria y pereza del corazón, que siguen a la falta de fe, de esperanza y de amor a Dios y a su imagen reflejada en el hombre”.

“Y puesto que no se atreve ya a lo auténtico y grande, tiene la necesidad de ocuparse de las cosas penúltimas. Sin embargo ese sentimiento de “demasiado poco” permanece en crecimiento continuo”. Sic.   (J. Ratzinger).

Ese “demasiado poco” es lo que sienten muchos que, a pesar de su fidelidad, sienten que no están del todo en lo “grande”, y este estado de ánimo les produce inquietud. Una inquietud que pone en los corazones el soplo del Espíritu, para que caigamos en la cuenta y rompamos de una vez con la mundanalidad y el descuido espiritual.

El que sí es tocado de la mano de Dios, tal como el Eunuco de la reina Candaces, ese busca la verdad y no cesará de buscarla hasta que Dios, por el Espíritu de Cristo, se la muestre de alguna manera que en su gracia provea. Dios no cesa de llamar a aquel que tiene elegido desde la eternidad, y no le dejará huérfano de ocasiones, para que se acerque a Él.