viernes, 2 de septiembre de 2011

“Y NO QUERÉIS VENIR A MÍ PARA QUE TENGÁIS VIDA.” Parte de predicación de SPURGEON


            Ahora, debemos decirles las razones por las que los hombres no quieren venir a Cristo. Primero, porque ningún hombre por naturaleza considera que necesita a Cristo.

           Por naturaleza el hombre considera que no necesita a Cristo; considera que está vestido con sus ropas de justicia propia, que está bien vestido, que no está desnudo, que no necesita que la sangre de Cristo lo lave, que no está rojo ni negro, y que no necesita que ninguna gracia lo purifique.

          Ningún hombre se da cuenta de su necesidad hasta que Dios no se la muestre; y hasta que el Espíritu Santo no le haya mostrado la necesidad que tiene de perdón, ningún hombre buscará el perdón. Puedo predicar a Cristo para siempre, pero a menos que sientan que necesitan a Cristo, jamás vendrán a Él. Puede ser que un doctor tenga un consultorio muy bueno, y una farmacia bien surtida, pero nadie comprará sus medicinas a menos que sientan la necesidad de comprarlas.
        
          La siguiente razón es que a los hombres no les gusta la manera en que Cristo los salva. Alguien dice: “No me gusta porque Él me hace santo; no puedo beber o jurar si Él me ha salvado.” Otro afirma: “Requiere de mí que sea tan preciso y puritano, y a mí me gusta tener mayor libertad.” A otro no le gusta porque es tan humillante; no le gusta porque la “puerta del cielo” no es lo suficientemente alta para pasar por ella con la cabeza erguida, y a él no le gusta tener que inclinarse.

          Esa es la razón principal por la que no quieren venir a Cristo, porque no pueden ir a Él con las cabezas erguidas; pues Cristo los hace inclinarse cuando vienen. A otro no le gusta que sea un asunto de la gracia desde el principio hasta el final. “¡Oh!” dice:”si yo pudiera llevarme algo del honor.”

         Pero cuando se entera que es todo de Cristo o nada de Cristo, un Cristo completo o sin Cristo, dice: “no voy a ir,” y gira sobre sus talones y se va. ¡Ah!, pecadores orgullosos, ustedes no quieren venir a Cristo. ¡Ah!, pecadores ignorantes, ustedes no quieren venir a Cristo, porque no saben nada acerca de Él. Y esa es la tercera razón.
       
        Los hombres desconocen el valor de Cristo, pues si lo conocieran, querrían venir a Él. ¿Por qué ningún marinero fue a América antes de que Cristóbal Colón fuera? Porque no creían que América existiera. Colón tenía fe, y por tanto él sí fue. El que tiene fe en Cristo viene a Él.
        
        Pero ustedes no conocen a Jesús; muchos de ustedes nunca han visto su hermosísimo rostro; nunca han visto cuán valiosa es su sangre para un pecador, cuán grande es su expiación; y que Sus méritos son absolutamente suficientes. Por tanto “no queréis venir a Él.”

       Y ¡oh!, queridos lectores, mi última consideración es muy solemne. He predicado que ustedes no quieren venir. Pero algunos dirán: “si no vienen es su pecado.” ASÍ ES. Ustedes no quieren venir, pero entonces esa voluntad de no venir es una voluntad pecaminosa.

      Algunos piensan que estamos tratando de poner “colchones de plumas” a la conciencia cuando predicamos esta doctrina, pero no hacemos eso. Nosotros no afirmamos que es parte de la naturaleza original del hombre, sino que decimos que pertenece a su naturaleza caída.

      Es el pecado el que te ha sumido en esta condición de no querer venir. Si no hubieras caído, querrías venir a Cristo en el momento en que te es predicado; pero no vienes por tus pecados y crímenes. La gente se excusa a sí misma porque tiene un corazón malo. Esa es la excusa más débil del mundo.

     ¿Acaso el robo y el hurto no vienen de un corazón malo? Supongan que un ladrón le dice a un juez: “No pude evitarlo, tenía un mal corazón.” ¿Qué diría el juez? “¡Bandido!, si tu corazón es malo, voy a darte una mayor sentencia, pues tú eres ciertamente un villano. Tu excusa no sirve para nada.”

      El Todopoderoso “se reirá de ellos, se burlará de todas las naciones.” Nosotros no predicamos esta doctrina para excusarlos a ustedes, sino para que se humillen. La posesión de una mala naturaleza, es tanto mi culpa como mi terrible calamidad.

TEOLOGÍAS DE LA LIBERACIÓN

¿REZAR, Y TIRAR BOMBAS?

Opción preferente para los pobres ¿Cómo no?
Pero… ¿así?
¿Así te dijo Jesús que hicieras?
¿Sabes a quien le puedes dar?
Pues al más infeliz…¡so capullo!

La “teología de la liberación” es a mi parecer, una desviación clara de la verdadera teología, y de las consecuencias naturales de la práctica de la doctrina de Jesús. Lo que no hay que hacer, es romper el planeta. Dejarlo desenvolverse solo, que él sabe hacer sus deberes. Es que, para mí, eso no es teología sino sistema; político aprovechando el tirón que supone el cristianismo.

De ahí parten Leonardo Boff y Frei Betto, pioneros, y destacados en la aplicación de dicha teología. Desarrollan esta doctrina, Helder Cámara, Pedro Casaldaliga, y muchos más que al final desembocan en una síntesis cristiano marxista, que no ha solucionado nada. Ya se ha visto en los más destacados líderes de la revolución marxista, y en los países en que han dirigido la economía.

Hay que reconocer que los que preconizan la teología de la liberación se proclaman cristianos, o se les supone; desesperados por la indiferencia y la relajación moral del Occidente rico (que dicho sea de paso, también trabaja y se cultiva), hacen como la sangre en el organismo; al no encontrar franco paso por las venas y arterias naturales, acude a establecer otros caminos para circular.

Estoy con los que hacen ver, de mil maneras, la indiferencia y politización de las ayudas, y también de los esfuerzos que se pregonan para mejorar la vida de millones, aunque eso como teología no es el camino. Solo hay una teología válida y total, y esa es cumplir con los preceptos de Jesús como figura única, y dejarse de cosas estrambóticas. Y tal actitud, por todo el que se llame cristiano.

Si quieren hacer el bien, que lo hagan como otras ONGS, entre las que figura el presbiterianismo, el catolicismo, etc. Cambiar de dados o las cartas a mitad del juego no es bueno, y peor aún, si los dados pertenecen a un determinado jugador. La Iglesia cristiana en general tiene una misión primordial que repito constantemente. Proclamar el Evangelio.

Otras actividades de los cristianos (que les son propias) interactúan con sinergia, pero en sí no son la misión que tiene encomendada la Iglesia cristiana. Evangelizar no es solamente predicar o proclamar, sino también, hacer cercanas las virtudes que se desprenden de la doctrina para reforzar el testimonio. Ante todo, va el anuncio de la salvación. Que ya es anuncio, de máxima trascendencia.

La política de los paños calientes, y el “yo ya he hecho bastante”, no sirve. Ese es tal vez, el fracaso de la cristiandad en este terreno (no fracaso del cristianismo). Así que ¡no más inventos! que todo está inventado en esta materia. Póngase en práctica sus preceptos, orientaciones, o lo que se quiera, y verán como funciona la máquina maravillosa que Dios creó, y una humanidad, a la que ha dado las instrucciones para su perfecto funcionamiento. Ratzinger insiste en eso, con sus propias palabras claro, pero esa es la posición que mantiene.

Que sea mal o bien interpretado, es otra cosa muy distinta. Conozco a este teólogo (ahora papa), desde hace muchos años, y aparte de las naturales inclinaciones y las, digamos motivaciones o tic propios, es impecable en su doctrina, en lo que él llama “las cosas primeras”. Esa es naturalmente la opinión de un servidor de ustedes. Cada cual que examine la situación del cotarro, y elabore su propia definición de esta teología. La verdad es la verdad la diga quien la diga.

De palabras, ya estamos saturados. De unos y de otros, que los “otros” también se las traen, y mienten al par que hablan. Hechos, hechos, y hechos. De parte de los necesitados, moverse para alcanzar lo que otros han alcanzado trabajando, y ordenando sus sociedades mejor o peor. Cambiemos al hombre, y todo habrá cambiado.

Que hay egoísmo, y flagrante culpabilidad en los que han alcanzado prosperidad, es evidente. Eso mismo los irá matando. Por otra parte, también existen mentalidades imposibles de torcer para su bien. Otras culturas, de seguir como son, nunca alcanzarán la deseada prosperidad. ¡Quien diera que todos a una fuéramos, si no iguales, sí menos estúpidos y más generosos! ¡Hay tanto que hablar de estas cosas…y tanto que hacer!