Hay mucha gente que
cree que los que rezan u oran, que tanto da, son malos para afuera a pesar de
los rezos. No se puede ser justo después de orar porque así lo quieran algunos.
Tal es que ellos, que dicen tan mal de los cristianos, son irremediablemente
injustos en sus tratos y en sus hechos. Orar es un privilegio maravilloso
porque es estar cara a cara con Dios, y podemos desde amarle y estar dentro de
su voluntad, hasta recriminarle por nuestras cuitas y desgracias.
Cuando hay personas
que rezan y no cumplen con las especificaciones de la comisión de Jesús, nuestro
Maestro, es porque no se hace suficiente oración y esta es vaga y descuidada. Cuando
hablamos con alguna persona de rango, la escuchamos atentamente sin
distracciones ni vaguedades. Es un interlocutor serio y conocedor. ¿Nos
imaginamos que sería hablar cara a cara con el rey de España? No cabe distracción.
Si ve que lo hacemos
distraídamente él no oye, y se retira para que la oración o el rezo sean
palabras al viento que no tienen ningún vigor ni eficacia. Muchos se extrañan por
que su oración no tiene respuesta, y es que la hace a voleo como algo
insustancial. Dios siempre responde a nuestras oraciones.
Lo que ocurre es que
no es un demiurgo que está al servicio de cualquiera. Él nunca abdicó de su
soberanía y cuando se va a tratar con Él, es preciso hacerlo en las condiciones
que a Él le agradan y no de cualquier manera y a capricho de cualquiera.
La oración es el
principal medio que tenemos los creyentes y todos los hombres para vencer y
quitar el pecado (2 Reyes 23:1-8). La oración es la mejor ayuda puesto que
ponemos a Dios en el problema que tenemos y Él sabe hacerse cargo de cualquier
problema, para reducirlo a una lección o un milagro que supere las
posibilidades que nosotros tenemos. (Hechos 12:5; vea también Hebreos 4:16).
Solo hay santidad cuando somos como Dios en el
interés de devolverle el amor que el tiene para nosotros. Es después de Cristo la
principal fuente de santidad. No que seamos santurrones sino que cumplamos
plenamente los criterios de Jesús que son los de Dios el Padre. Hacer justicia
e inclinarnos ante Dios que es generoso en el perdón. Y esto mismo dice la Santa Escritura : Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahvé,
el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. (Isaías 55:7)
Si queremos testificar con poder, es
necesaria la oración, que no es solo vocal y de palabra hueca sino la
permanencia constante en la presencia de Dios. (2 Corintios. 12:7-9). Así
se recibe ayuda para poder cumplir los amorosos designios del Padre, y santidad
para que seamos como sal y levadura, para que la masa fermente en el deseo de
Dios de que todos los hombres se salven y vengan a conocimiento de la
verdad. (1ª Timoteo 2:4)
SEGUIRÁ
AMDG
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