Claro que sí, afable amigo. Si todos los que sabemos algo de
cosas espirituales y de la profundidad del misterio de Dios en Cristo, nos
dedicamos febrilmente a enviarnos nuestros “magníficos y cuidados escritos” que
ya conocemos desde hace muchos años, solo estamos satisfaciendo
nuestra vanidad. Y eso es un trabajo necio y poco
cristiano.
Este servidor tuyo, se dedica a enviar sus modestos escritos a
los que no conocen muy profundamente los asuntos espirituales porque,
lógicamente, están absortos en los problemas cotidianos. El que es rico
desprecia estas cosas porque ya tiene bienestar, y a su manera vive bien: ya habéis tenido vuestro consuelo, dice Jesús.
Los que están asediados por conflictos y penurias, tampoco prestan atención a las llamadas del bien, estando como
están, en una lucha constante por ganar o conservar empleo y bienes materiales,
que en el pensar de la generalidad de las gentes es primordial o principal.
Como la solidaridad y la caridad ya se ha dejado
en manos del Estado, la gente se siente desamparada y
casi nadie ve su porvenir o el de su familia tan claro como quisiera, por lo
que las preocupaciones son un obstáculo enorme a
la hora de adherirse a una doctrina que, por sí sola,
requiere un grado de anulación de los instintos y sentimientos primarios.
Como resultado se buscan defectos en los clérigos de cualquier
clase, y se desprecia una doctrina que aplaza la recompensa hasta después de la
muerte. La paz y la anulación de sobresaltos,
envidias, etc. ni se tiene en cuenta ni se valora suficientemente aunque muchos de los que menciono nunca han conseguido la paz.
Se va con la gente en la vida y al fin se desciende a la tumba sin haber sido
dueño de sí mismo jamás.
Se van como han venido y raramente se paran para hacer un
inventario de su vida, que consideran al fin como hueca y sin
alicientes. Los hijos se van o quedan
descolocados y siendo una espina para los padres, y cuando estos hacen el resumen de su vida, se reduce casi
todo a trabajar, y a vivir siempre en la precariedad y en la esclavitud de un
trabajo o en la angustia de perderle, así como la salud de la familia y
los medios de subsistencia.
Solo el cristiano genuino aprende, generalmente por una vicisitud en su vida casi siempre
desfavorable, y pasa a ser uno más de los que dentro de un sistema, aprenden y gozan de la libertad de los hijos de Dios. Tienen su confianza puesta en el Padre. Como esperan una
trascendencia desprovista de leyenda o de incertidumbre, viven vidas ricas en
amor y en paz: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:7)
Rafael Marañón
AMDG.
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