viernes, 27 de mayo de 2011

LEALTAD Y TRANSPARENCIA


Cuando se habla de pasividad ante Dios y mansedumbre ante el prójimo, enseguida salta el refrán de a Dios rogando y con el mazo dando. No se trata de que no hagamos proyectos y nos esforcemos. Por supuesto que sí, y eso es lo que nos corresponde hacer a nosotros. Pero en adelante dejamos todo a la voluntad de Dios. Y Él sabe manejar y juzgar lo bueno y lo malo.

Y no sólo lo malo que sabemos, sino lo que muchas veces tenemos por bueno y sin embargo está contaminado de amor propio, de egoísmo, y de la vanidad del aplauso mundano. Dios sabe lo que hace (y lo sabe muy bien) ¿a qué devanarnos la cabeza con tanta disquisición, tanta filosofía y tanta discusión? Algunos hasta se creen que han descubierto algo. Todo está preordenado y, ante Dios, también consumado.

Si quieres puedes, dijo el leproso a Jesús. Si nosotros decimos lo mismo que este desgraciado, Jesús nos responde siempre: Quiero, sé limpio (Mateo 8:2). Ese querer de Cristo, y no el nuestro, es el salvador y consolador. El nuestro sólo es desgracia. ¡Tanta casuística, tanta teología, tanta necia complicación! El amor a sí mismo en esas condiciones, es falso amor. Hace al hombre creer en su excelencia.

Le parece que las cosas que a él le suceden, son absolutamente únicas y singulares porque sólo él las percibe. Eso cree. Y también cree que a nadie más se le pueden ocurrir ¿Quién puede ser como él? ¿Quién otro puede ser autor de tan altos pensamientos, de tan altas reflexiones y proyectos? Es sabio en su propia opinión (Proverbios 3:7). Pero la Biblia dice: Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus veredas. (Proverbios 3:5).

Al arrogante y pagado de sí mismo, se le podrá ilustrar con algunos cortos ejemplos. Los esquimales cuando quieren zaherir al borracho o perezoso... le llaman hombre blanco. Para ellos el hombre blanco es lo más despreciable. Así que nuestra arrogancia con ellos no nos vale nada.

En La India, un individuo miserable que no lleva apenas vestido, y quizás con más de un día de ayuno forzado por su extrema pobreza, no consentiría acercarse a ti, ni siquiera que tu sombra le tocara, pues su dignidad se sentiría contaminada por ella. ¿Que es cuestión de «moral geográfica»? Para él, no. Es de la casta brahmán y es su moral. Tan buena como la de cualquiera, y llevada a cabo con más lealtad a su fe que la de los occidentales (si es que tienen alguna), arrogantes y fariseos con la suya. ¿Cuántas «morales», hay en el Occidente llamado «cristiano"?

Un indio apache de América del Norte, entabló amistad con un chico blanco, joven como él. Habiendo hostilidad entre indios y blancos, se prometieron mutuamente que su amistad sería guardada en estricto secreto. Pero al fin esto fue descubierto y, ante el recto argumento de la promesa de secreto pactada, el padre del chico indio dijo a éste delante de la asamblea: Un apache no debe hacer nada que no pueda saberse por todos. ¡Apliquémonoslo nosotros!

¿Dónde encontraremos, en estos degradados tiempos, una rectitud y fidelidad a las propias convicciones? Eso es moral ante cualquier situación. Un salvaje enseñando a todos, comportamiento y ética. ¿Qué arrogante conocemos, que pueda decir lo mismo que este indio salvaje? Solo escuchar a Jesús y creerle haciendo lo que Él nos dice es como garantizamos nuestra correcta andadura entre los hombres.

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