jueves, 25 de agosto de 2011

DISCUTIDORES AIRADOS



 

Recibo muchos mensajes y comentarios adversos, y muchos agrios y agresivos sobre lo que escribo, pero eso no me impedirá exponer lo que es la verdad. Si no fuera así no escribiría. Me gusta más leer. He contestado a un mensaje insultante y descarado, más o menos de la siguiente breve manera.


La verdad es clara, y existe. El relativismo es una falacia. Hay verdades incontestables, como son la noche y el día. El cristal corriente es más frágil que el acero y comer cuando hay hambre es mejor que morirse por causa de ella.



Después podemos matizar todo lo que queramos pero el agua es agua y el fuego es fuego. Una vez establecidas estas premisas voy a herir un poco la sensibilidad del correspondiente con solo palabras bíblicas, para que se entere de este negocio de la salvación.



Dice Jesús sobre este mismo caso cuando se le presentó. No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. (Mateo 7:6)


Como es natural, todos comprendemos que a los que solo quieren pendencias no hay que darles motivo para discutir, como si nuestros argumentos fueran dirigidos a una pared, que ni quiere conocer sino disputar.



Este señor dice que no le importa lo que diga Jesús. De ahí que como a mí si me importa, y mucho, no pueda haber cambio de impresiones, porque una parte está dispuesta a todo con tal de salirse con la suya. Si la verdad se expone, él la contraría con una mentira y tan frescos.



Cualquiera de los que me lean podrá decir. Entonces ¿por qué le escribe usted a la gente con sus admoniciones y enseñanzas? Efectivamente después de lo dicho es bobada escribir a gentes como este mencionado señor, si no fuera por obligación y por el galardón: Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. (Daniel 12:3)



Pero hay otro versículo, que expongo a continuación,  en el cual se dice algo que nos obliga a tener que entrar en semejantes situaciones. Dice la Escritura: Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. (Eclesiastés 11:1). De hecho, este verso es tan efectivo y real como el anterior citado. ¡Y funciona!



La obligación del cristiano es proclamar el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, y eso es lo que puede provocar las situaciones como la expresada arriba. Termino con un versículo, que da la pauta de lo que hay que hacer.

 

Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a su perversa voluntad. (2 Timoteo 2:24-26)

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