domingo, 11 de marzo de 2012

DESCANSO EN DIOS

 


Porque la gracia de Dios se ha manifestado
para salvación a todos los hombres,
enseñándonos que,
renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos,
 vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,
aguardando la esperanza bienaventurada
y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
quien se dio a sí mismo por nosotros
 para redimirnos de toda iniquidad
y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
(Tito 2:11y ss)



Las gentes se sienten abandonadas y solas y de ahí el ansia de ser bien visto, de estar siempre metido en el tumulto ruidoso de la vida disipada, por que estas personas están vacías de toda piedad y de toda alegría interior. Necesitan, como el drogadicto, su dosis diaria de la conversación vana y del mundano farisaico y vano.

Como moscas a la basura, los vicios acuden a esos corros, y ya no hay forma de evitarlos sino con la huida de tanta barahúnda.  Hay quien cree que la valentía consiste en meterse en cualquier conflicto y pelear. La valentía de Dios es saber huir de estos conflictos porque solo lo que interesa al Reino de Dios, es para lo único que hay que ejercer valentía.

Huir de pecar es la suprema valentía, y no hay muchos que piensen de esta forma, ni muchos capaces de llevarla a cabo. Lo nuestro es la concentración en una vida plena de piedad y que, a buen seguro, proporciona más dicha y paz que ninguna otra forma de andar mundana.

Solo al alejamiento de esta agitación, y la renuncia a estas vaciedades, es la que nos permite la paz de tener la seguridad de salvación: En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios Yo me he guardado de las sendas de los violentos. (Salmo 17:4). Así hay que andar.

El apóstol describe así el carácter de Jesús del Cristo de Dios: por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. 

Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos


La paz solo acude a quien se alimenta de piedad y, como muy bien expresa el piadoso poeta Fray Luis de León, ya cansado de los devaneos de todos, y apartado de las cosas y vanidades del mundo en cualquiera de sus manifestaciones.
¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde ha ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

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