martes, 24 de abril de 2012

ERRORES Y DOMINIO PROPIO




Uno de los grandes errores de la manera de pensar de la  filosofía moderna, es ver las cosas desde un punto de vista relajado de tal manera, que el individuo acude a toda clase de atracción o solicitación de forma ciega. A eso llaman libertad, cuando realmente es mera esclavitud.

El hombre y mujer modernos caminan, permítase la comparación, como los perros que van por la calle, errantes, y donde perciben un trozo de alimento sea bueno o malo, por costumbre o instinto, se acercan, huelen, y comen. Naturalmente, están expuestos a la menor ocasión, a las sorpresas más letales.

Creen que cuando el instinto o la imaginación entran en colisión con la voluntad (cosa continua en la vida), la voluntad queda invariablemente vencida. ¡Hago lo que quiero! dicen; pero solo porque al ir tras la sugestiva evocación creen que hacen lo que quieren, siendo más bien una claudicación ante lo que saben que no les conviene. Como los fumadores que dicen que dejan el tabaco cuando quieran, pero nunca lo hacen.

Nada más opuesto a la realidad que tener que caer en esa claudicación. La persona que camina en dirección a un objetivo, puede sin gran esfuerzo vencer esas inclinaciones a las que nos llevan las continuas ofertas de la calle o de la imaginación. Lo contrario es negar que una persona pueda controlarse en cualquier ocasión, y que sea víctima indefensa de sus instintos que se confunden con voliciones.

El pensamiento reflexivo tiene poder sobre el pensamiento espontáneo. Depende de la valoración que nos demos a nosotros mismos, eligiendo entre ser dueños o esclavos de nuestras personas. Y también en mucha parte, del objetivo que nos hayamos propuesto en nuestra vida.

Es fácil, que las personas que no tengan una educación algo restrictiva, sean juguetes de la manada, o de cualquier atractivo (para ellos) que esté a su alcance. Piensan que hacen lo que quieren, cuando realmente están dominados por la vaciedad de espíritu, y no tienen su voluntad ejercitada en discernir entre lo que es conveniente, o lo que es solo la satisfacción animal de cualquier seducción o sugestión.

Carecen por completo de defensas voluntarias para poder rechazar algún acto o pensamiento que saben que es pernicioso, y sin embargo la atracción del momento les supera ampliamente, llevándoles a ser víctimas de cualquier solicitación (mala o buena) que se les presente.

De ahí los espíritus débiles que se ensañan con los que de una forma u otra saben decidir sobre sus conveniencias; los fuertes no ceden ni un momento a los que solo es una solicitación más o menos un espejuelo, que se muda en hastío cuando el sujeto se entrega ya, sin armamento moral, a esa clase de hábito.

En estos casos, la falta de una espiritualidad acendrada les lleva a ser plumas al viento, de cualquiera que les lleve a donde a él no le conviene por falta de voluntad y miedo a negarse que es propio de los caracteres débiles. En la vida cristiana contamos con la gran ayuda del Espíritu de Cristo, que nos lleva al discernimiento y conciencia de lo malo y lo bueno, por decirlo así de simple.

Es cierto que nuestras mentes y tendencias, nos llevan continuamente al enfrentamiento entre la volición y el instinto, pero aunque reconociéndonos débiles, no es tan difícil triunfar sobre lo que nos perjudica, como Jesús nos dejó dicho.

De esta forma podemos decir como el apóstol hablando de debilidades, y fortaleza por el Espíritu: en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó. (Romanos 8:37)

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