domingo, 29 de abril de 2012

GENUINO AMOR



No hay palabra más prostituida que la palabra amor, que en algunos casos llega a ser una “palabrota”. Hoy se le llama amor a cualquier cosa. A un chico le gusta una chica y naturalmente quiere estar con ella en las más “estrechas” condiciones posibles. Entonces dice que lo que siente por ella es “amor”. Ya sabemos lo que siente ¿no?

El político dice que ama al pueblo, aunque lo primero de todo cuando entra en la política, es colocarse en una buena posición que les permita vivir lo más espléndidamente posible y ejercer una autoridad. ¡Que bueno eso de mandar! Los necios llaman a eso “amor al Pueblo”. Y así podríamos aplicar a cualquier cosa la palabra amor.

Hay que entender que existe el amor al dinero, a los placeres, a las grandezas del siglo, etc. Eso no es amor, sino avidez o a lo menos ambición. Amor no existe en el ser humano, porque es una afición o instinto que lleva -por ejemplo- a un padre o a una madre a exponer su vida para salvar a la de un hijito. Sigue siendo instinto. Igual que un gorrión o una leona.

Y hay algunas formas de demostrar algo que se aproxime al amor, en muchas manifestaciones de auténtico heroísmo para hacer por los demás, pero eso es vocación, bondad, o apariencia de ella. Todo lo que hacemos, lleva un componente de exhibición de un “sentimiento”, que ya he dicho es solo instinto y ¿porqué no decirlo? “educación para la solidaridad” que es cosa muy buena.

El auténtico amor brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor, no afecto -que también- que proviene de Dios con ternura, pero no con afectación para que se parezca algo a lo que nosotros entendemos por amor. Es amor verdadero, genuino, desinteresado y cordial, que Dios siente por sus criaturas.

De tal modo que ofreció al hijo, por el cual y mediante cruento sacrificio, salvó a la humanidad del pecado y de la condenación eterna. Es un amor único, por el cual somos existentes, somos librados del pecado y hechos libres para seguir la conducción del Espíritu del Padre eterno.

La entrega de Jesús a los que habían de escarnecerle y matarle, no era un acto de heroísmo explicable por bondad humana, o por las circunstancias que hacen que a veces, el hombre que tiende corrientemente a imitar al diablo, en estos casos imite a Dios, pero en un momento de descarga de adrenalina o por otra motivación.

El sacrificio de Cristo, no fue de estas maneras que antes expongo, sino que fue algo ya destinado desde el principio y aceptado en obediencia, fríamente, y con sus pasos contados. Hay un refrán que dice: “Dios nos libre del empujón de un flojo”. Esto puede suceder en medio de circunstancias excepcionales

Cristo lloró, y clamó al Padre que le librara del tormento al que iba a ser sometido, y pidió con gran clamor y lágrimas, que la eterna redención se realizase de otra forma menos cruenta. Dios quiso que padeciera como cualquier mortal, y que gustara de la muerte como cada uno de nosotros. Eso es verdadero amor.

Y así dice la Escritura: El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:32)

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