
Te aguardo como a espléndida alborada
Que desgarra a la infausta noche oscura,
Y hace surgir colores y ventura
Al corazón, y mente enamorada.
Un alma que vivió seca y frustrada
Hasta que de tu luz vivió la albura
De la paz, y la viva luz tan pura
Que pedí cuando ya desesperaba.
Y te llegaste a mí cual bella hada,
Sin ira ni reproche, tan cordial
Que me abriste la claridad velada.
¡Que feliz me sentí con el cordero!
Al que tú me llevaste, generosa,
Y ya eres para mí sol y lucero.
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