
El
mayor entre vosotros será vuestro servidor
Veamos: Jesús debía estar trastornado. Los palacios
son para los reyes, los mandatarios y Jesús dice que ellos deben ser los
servidores. ¡Este Jesús, que cosas tiene! ¡Decir que los mandatarios son
servidores! A quien se le ocurre tamaño desvarío. Y sin embargo tenía razón
como en todo lo que hablaba.
Sus palabras se han desorbitado unas veces, se han
pervertido en otras, y en todas se han tergiversado “pro domo sua” del que hace
tal disparate. La doctrina de Jesús sigue la línea del A.T. Sus mandamientos no
son otra cosa que el normal devenir de la vida de los pueblos y de las
personas. Su vigencia es eterna y nada podrá desvincularlos del hecho de ser mandamientos
de Dios.
Al fin y al cabo no hay nada que sea perpetuo y lo
único que tenemos trascendente son las promesas de Jesús. Ellas nos llevan a la
paz y a saber que estamos haciendo lo correcto. Mucho se dice de los sabios que
le precedieron pero ninguno dijo ser hijo de Dios en el más natural y perfecto
sentido que el que Él le dio.
Aquí cabe el poemita de Calderón que dice
¡Que haya quien piense en reinar
Siendo que ha de despertar
En el sueño de la muerte!
Y es lógico que las gentes que no tienen
trascendencia, estén buscando todo lo que puedan encontrar de gusto en esta
esfera de la existencia. Para ellos todo se encuentra aquí y su destino final
lo ponen en la tumba. A partir de ahí es la vida del cristiano en gloria, ya
que depende de la bondad de su Creador y de su misericordia. Por nosotros solos
no podemos hacer nada para nuestra salvación.
Si el Espíritu de Dios no hace la labor en nosotros
no habrá fe, ni habrá otra cosa que las pequeñas aventurillas caducas y momentáneas
que logran los paganos: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos.
De ahí que reine el odio entre hombres y entre mujeres, al observar que se
agota su vida sin otro horizonte que la fosa.
Para ellos, son solo la satisfacción de sus
instintos primarios, y el logro de lo que ellos creen que es el summun de la
felicidad cuando consiguen incorporarse a la vida del consumismo, por no tener
otra cosa en la que solazarse. El cristiano sabe que la vida pasa y que la
muerte le espera como a otro cualquiera, aunque la diferencia estriba en que
espera una vida eterna, y una esfera de vida distinta de lo que los hombres
caducos piensan que debe ser sin otra opción.
Es solo que los que mandan tienen que servir a las
personas que para eso les han puesto, entre cristianos. Entre paganos existe las dictaduras de varias clases, que sumen a los hombres en angustia y opresión. Si
esto ocurre en la vida cristiana, la tal vida no es la que Cristo nos dejó como
mandamiento y no como opción.
AMDG