Aplausos al mal
De que Juan Pablo II era un hombre mundano,
caben pocas dudas (a no ser que el propio Cristo
mintiera cuando dijo): “Si a mí me han
perseguido, a vosotros os perseguirán. Si el
mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado
antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el
mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del
mundo, porque yo al elegiros os he sacado del
mundo, por eso os odia el mundo”
Por Jorge A. Doré
No hay duda de que la gran ramera apocalíptica es la
seudoiglesia católica que hoy ocupa Roma. Y no hay duda
porque se ha puesto al servicio de las demás religiones de
la tierra; ha fornicado espiritualmente con ellas poniendo sus
ojos en un monstruoso becerro de oro común cuya fundición
todavía se lleva a cabo. Todo esto, a la sombra y ante los
ojos de los miles de mártires que padecieron los más
crueles tormentos por salvaguardar la integridad y pureza de
su fe, por amor a Cristo. En contraste, Juan Pablo II se
dedicaba a abrazar el error y a pedir perdón a los enemigos
de la Iglesia por las faltas y abusos supuestamente
cometidos por la Esposa de Cristo. De ser una, la Iglesia
pasó a ser otra más, y de ser santa, pasó a ser pecadora.
Pero poco le importaba a esta super-estrella de la herejía la memoria de aquellos sufridos y ejemplares paladines de la fe cristiana. La función debía continuar y él vivía enamorado de su papel protagónico.
Con ocasión de aquel primer lamentable encuentro
ecuménico de Asís, que excepto unos pocos percibieron
como un catastrófico y sintomático giro de 180º dado por la
Iglesia, la gran mayoría no sólo aceptó aquel acto
abominable, sino que además lo aplaudió con complacencia
bajo la falsa premisa de que “claro, los tiempos cambian”.
Pero no para Dios y su verdad. Ego sum qui sum.
La recepción vaticana propició toda clase de concesiones a
los invitados al encuentro, por lo cual llegaron incluso a
retirarse crucifijos de ciertas áreas para complacer a quienes los repudiaban. Quizá la más significativa de estas muestras de tolerancia fue la de poner una efigie de Buda sobre el altar de la iglesia para incensarlo entre exóticos cánticos. No es de extrañar que tiempo después, el techo de esta hermosa construcción colapsara como manifestando con su pétrea ira su inconformidad ante su mal uso, ante su vejación, dando a entender también su superior dignidad a la de muchos que se tienen por custodios de la fe.
Todo esto se llevaba a cabo ante los satisfechos e
impasibles ojos de quien, vestido de blanco inmaculado,
fungía de cabeza de la seudoiglesia mientras pisoteaba
ocultamente las tablas de la ley, tratando de borrar con sus
tacones el primer mandamiento de las mismas. Pero están
escritas en piedra y su gravísimo pecado, persistía. No
obstante, siguió dando coces contra el aguijón en los largos
casi 27 años de su demoledora función de anticristo,
cualidad que, precisamente, le ganó la simpatía de
multitudes.
Cuando niño, aprendí que los enemigos del alma son mundo, demonio y carne. Si el mundo te alaba, desconfía. Puede ser hasta un mal síntoma, un llamado de atención a tu descenso espiritual: ¡Ay de vosotros cuando todo el mundo os alabe, porque eso es lo que hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas! (Lucas 6, 26)
Ante esta visión de lo que significa el respeto y la benevolencia para con los demás deístas quedo extremadamente petrificado. Entiendo las objeciones, y personalmente tengo lagunas que son sobre estridencias innecesarias, tanto en el plano católico como en las demás confesiones
Las payasadas nunca me han gustado tratándose del mayor tema al que presto mi atención.Creo que Asís es algo que se puede trasegar perfectamente en un espíritu de reconciliación y de hermandad de todos los que de alguna forma adoran y reconocen al Dios bendito, Creador, salvador, animador de la vida puesto que esta es suya y sin dejar que creer en la verdad allanar los caminos de las disputas y las rivalidades que tampoco edifican.
No soy quién para entrar en este palenque puesto que soy creyente llano, y ni busco el martirio ni busco la fama. Soy capaz de convivir con todos los que de alguna manera "buscan a Dios creyendo que le hay y que es galardonador de los que le buscan". Lo decía San Pablo. Marcos cayó en la herejía judía de decir, que no es lo que entra en la boca del hombre sino lo que sale es lo que le contamina.
En aquel tiempo esto era un alejamiento de la ley de Moisés y le trajo no pocas complicaciones. De la misma manera apeló al Cesar en su condición de ciudadano romano. Ante estas cosas, no sé discernir porque se le echan al Papa tantas cosas encima y se pone en duda hasta su legitimidad.
Que esto suceda entre incrédulos o enemigos del catolicismo me parece normal, pero desde el mismo seno de la Iglesia Católica me parece un desgarro innecesario, y no edifica nada al cristianismo entero. Y Todo se debe hacer para edificación. Bueno, que estoy confundido. No quito la razón a nadie, ni se la doy. El Señor juzga a su pueblo.
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