miércoles, 6 de abril de 2011

DOS SEÑORES


No es posible amar al mundo, y disfrutar de la suave conversación con Dios. Esto no debe extrañar en los paganos, pero en los que se dicen cristianos esta forma de hacer es consuetudinaria en muchos casos. ¿Cómo pueden pensar que agradan a Dios, si están poseídos por una terrible avidez de los “bienes” de este mundo? De los halagos, y hasta del reconocimiento de ser tenidos por grandes predicadores, líderes o cualquier otra clase de honra mundana.
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Todos quieren gozar de comunicación con Dios… cuando tienen problemas o problemillas. Pero cuando la vela de alguien está hinchada, y su barco navega (eventualmente) viento en popa, entonces ya se olvida de Dios, y lo introduce en el fondo del baúl de las cosas que no quiere ver, hasta los próximos escollos. Entonces volverá a clamar lastimeramente.
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Satisfacer los deseos carnales, y participar en el diálogo y la consolación de Dios, es imposible por definición. O se sirve a uno, o se hace lo que el otro ordena. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. (Gálatas 5:17). Y eso lo dice San Pablo, al que no le podemos negar solvencia en el conocimiento de los misterios de Cristo.
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La carne no es solo carne
Que son también las codicias,
Y las diferentes cosas
Con las que tanto te envicias
Y son tan excrementicias
Indignas y artificiosas.
Rafael Marañón

















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