jueves, 8 de diciembre de 2011

PAZ, Y DESPUÉS GLORIA



No estoy puesto para defender ninguna forma de pensamiento, porque bastante tengo con proclamar el mío. En la Iglesia Católica, a la que usted denuesta con tan severos epítetos, hay hombres y mujeres como en toda agrupación o ideología de personas. De manera que hay gente que está de acuerdo con el Papa, y gente que no lo está. Si usted no es de ellos no le afecta.

Hay gente que abomina de algunos prelados (hay muchos ejemplos), y gente que al tenerse por católica obedece con limpia conciencia y pasa de juzgar, como dice Pablo: Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. 1ª Corintios 4:4).

Jesús no es un muñeco para zarandear, o para exhibir cuando queremos aparecer piadosos, o poderosos por medio de la religión. Eso lo hacen también los mafiosos. Jesús es una persona de carne y hueso, determinada por el Padre Creador desde la eternidad, para ser el salvador de los hombres. El verbo hecho carne. (Juan 1:1).

Por tanto lo que usted cree o dice que cree, es lo que yo creo. He militado y estado en todos los lugares donde he captado sinceridad y pasión por las cosas de Dios. Desde los carmelitas en Granada, hasta los cuáqueros en Londres.

Como yo, fallaron; muchos se fueron tras los Baales del mundo, y hasta introdujeron al mundo en sus congregaciones; estas divergen en muchos puntos, que para mí, son cruciales para un perfecto entendimiento de los misterios revelados de Dios. Nada de juzgar, trato solo de comprender, aunque a veces no les entiendo.

Creo, vehementemente, que el corazón del hombre solo lo conoce Dios que penetra en lo más íntimo y Él juzgará, o hará lo que a Él le parezca, en su inmensa justicia y sabiduría. Yo he predicado en muy distintos lugares desde hace ya más de cincuenta años, y sigo creyendo lo mismo que antes he creído.

La experiencia me ha hecho más benévolo para contemplar las cosas de los demás, pero no me hace mella lo que otras personas (la mayoría, bigardos) digan sobre las cosas de Dios.

He leído y releído diversas y acreditadas teologías, de los personajes más notorios en todos los campos del cristianismo. Aparte de excrecencias y exageraciones (algunas dignas del mayor respeto), veo que cada una tiene sus diferencias (algunas muy notables) con las demás.

Lo único que me sorprende (ahora ya no), es la insistencia en sostener estas diferencias, y la agresividad que se emplea contra quien no piensa como cada personaje o personajillo cree

Así que yo no soy nadie, en el terreno de la adhesión o promoción a ninguna forma de doctrina que no sea la que nos dejó Jesús, la cual comprobada por mí mismo a través de muchos años de inquirir en todos los caminos, me encontré con esta maravillosa verdad proclamada por el mismo Jesús . Yo soy el camino… y la verdad… y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6).

Y ante esta realidad comprobada y de tan enormes frutos en mi vida, lo demás, créame, supone algo bueno, pero ante estas afirmaciones resulta secundario o si quiere, tributario de ellas. Que debe de pensar. El conocimiento envanece, pero el amor edifica (1ª Corintios 8:1)

La Revelación de Dios ha venido a nuestras manos a través de la Iglesia. Nos guste o no. Si usted considera que se ha transitado en épocas por malos caminos, eso es cosa de los hombres y nadie es inocente. Ni unos ni otros. Todos tenemos cabras cojas que disimular.

La historia habla, y nadie puede negar lo innegable. Todos han cometido errores desde los principios del cristianismo. Recuerde: Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. (Gálatas 2:10-12)

Si dejamos de preocuparnos por los errores de los demás, y nos afirmamos en las esencias que realmente son las primeras, dejaremos de pelear por las que son subsidiarias, y entonces el auténtico amor de Dios nos unirá en una única dirección; Cristo Jesús. Lo demás, para mí, es cabezonería, y en muchísimos casos, ignorancia testaruda.

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