miércoles, 18 de enero de 2012

REGENERACIÓN

    

El viejo hombre con sus hechos ha sido apartado del cristiano por el poder de Dios y el nuevo... creado según Dios en justicia y  santidad verdaderas, no tiene ni vestigios de la antigua manera de vivir, sino que sus impulsos espirituales y sus apetencias, ya son para seguir el camino de Cristo.

No como algo pesado y gravoso sino como un privilegio concedido para vivir en otra esfera infinitamente superior y que, privilegiadamente le ha sido concedida. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. (1ª Juan 5:3)

Es cierto que el el antiguo carácter se resiste a morir, y continuamente utiliza su aguijón con el nefasto soporte de la filosofía y las inclinaciones mundanas que antes teníamos, pero esa es la buena batalla de la fe.
(1ª Timoteo 6:12)

Si todos hubiésemos visto el paso del Jordán, el Mar Rojo, la resurrección de Lázaro etc. estos hechos, como todo lo que atañe a las cosas del Espíritu, no serían materia de fe sino de presente y entonces sería muy fácil aceptar las cosas celestiales.  

Pero también a veces andamos equivocados en esto, según la apreciación pagana que reside aun larvada en nosotros. El Hombre no se entrega a la verdad, como vemos hasta la saciedad en la vida y hechos de Jesús.

Como dice claramente la Escritura: antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso, como está escrito(No fueron recibidos por los judíos a pesar de las evidencias. En la resurrección de Lázaro los judíos no aceptaron el palpable milagro, sino que empecinados, ante la evidencia, pensaron matarle.

Así, pues, no creamos que la fe es inferior en certeza a la evidencia de nuestros ojos. Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1) No se trata de espejismos. Se trata de revelación. Y esto no es entendido por todos, de la misma manera que una ecuación matemática, solo la ve clara el que está preparado en ello.

Por ello arraigados en la fe, llevando a término lo que sabemos que es de Dios y escudriñando continuamente las Santas Escrituras en donde tenemos todo un caudal de sabiduría espiritual, andemos en la esperanza de la resurrección y gocémonos de la compañía de Cristo.

Esta es más evidente para el discípulo, que todas las falsas apreciaciones que tengamos de una realidad satánica que nos engaña con sus espejuelos y vanidades mundanas.
Somos hijos de Dios y por tanto herederos de todo lo suyo.
Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. (1ª Corintios 2:9) A mí, desde luego, me  basta con eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario