miércoles, 7 de marzo de 2012

NO A LA CULTURA DEL CAVIAR (2)

 

Cada cual puede creer lo que quiera, y es de comprender que no todos piensan como piensa uno mismo, pero sí es bueno que las cosas se concierten de tal manera que se procure que la equidad sobrevuele cada acuerdo.

Lo mismo que sabemos recibir lo que nos conviene, o creemos que nos favorece, sepamos hacer siempre que podamos y no se vulnere la verdad y la justicia, un ejercicio de generosidad y de equidad, para dar a los demás lo que queremos que se haga, cuando nuestros intereses estén involucrados.
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La tierra tiene cabida para todos, cuando en los más prevalezca la justicia y la generosidad. El planeta es grande y tecnológicamente hay posibilidades para todos. El egoísmo y la codicia, son los elementos perturbadores de la paz y la abundancia razonable para todos.

Creo que comer caviar y tener una casa donde sobra el ochenta por ciento de su capacidad, mientras otros tienen que hurgar en los residuos para sacar algo para el vital mantenimiento, no es algo de lo que sentirse orgulloso, pero aquí se demuestra el pecado, que aborta todos los impulsos generosos.
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Cuando el rico hace una donación (deducible de impuestos, por supuesto), se procura hacer para publicidad y engrandecimiento de la fama del que, teniéndolo todo, se quiere dar a conocer para obtener fama. O se hace presidente de un club, o perpetra hechos estrambóticos.

Y esa es la fórmula, para que su nombre y sus fotos sean popularizados. Esa es la faz del mundo real que conocemos, y así siempre ha sido. La realidad cristiana, dice que la vida no se acaba en la muerte; en estas esperanza vivimos con paz y sosiego.
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Dice la Biblia con gran acierto: Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia. (Eclesiastés 5:12) Ya sé, ya sé que muchos me pueden decir que si los ricos, que si los pobres, etc. Lo sé de sobra, pero me puedo ajustar en mis pocos dinerillos, y puedo ser más intensamente dichoso y esperanzado que los que tienen riquezas inmensas, y de los que no teniéndolas, las codician ansiosamente.
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Pensando por un momento, vemos que casi el noventa por ciento de lo que haríamos si tuviésemos grandísimos caudales, sería dar la lata a los demás. Y eso no es divertido, por lo menos para mí. Muchos hay que se gastan un dineral en vicios y porquerías superfluas, cuando hay tanta necesidad en la misma calle.

Si alguien se me acerca porque está pasando apuros, prefiero ayudarle con mis pocos recursos. Algunas veces, veinte euros son suficientes para sacar de un gran apuro al que nada tiene y está puesto en gran congoja. Eso tiene valor, y es lo que uno puede hacer. Dios está sobre lo demás.

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