domingo, 2 de septiembre de 2012

AMAR AL HERMANO (2ª PARTE) (JUICIOS HUMANOS)

 


Es muy fácil juzgar cuando estamos en la cresta de la ola, nos va bien y nuestra mente está exenta de estímulos negativos, y nos funciona a las mil maravillas. Cristo nunca juzgó a nadie ni aun cuando le llevaron a la mujer adúltera. ¿Habría alguien más inocente, libre de pecado, que pudiera juzgar agriamente con la autoridad de su pureza? Cuando se la presentaron no alzó siquiera la vista, para no avergonzarla ¡Oh, maravilla de la compasión de Jesús!


Cuando todos se fueron la miró, solamente para decirle que él no la condenaba y que se fuera en paz. Solo le dijo con voz que traslucía su amor y su compasión: vete y no peques más. (Juan 8:11). Era por su propio interés, y su propia libertad futura. El pecado es entregar la libertad a un vicio o a una pasión. Ya tiene muy problemática marcha atrás.


Jesús no entró en reproches ni en discursos; solo perdonó, por que en su noble corazón no cabía, sino el amor y la comprensión de las debilidades de todos los humanos. El sabía de sobra como era el corazón de los que pretendían apedrearla. No mejor que el de la víctima… y quizás mucho peor.


Así que hermanos míos: De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? (Santiago 3:10 y ss.) No se puede estar diciendo o pensando mal por un lado sobre la desgracia del hermano, y por otra vertiente expresando ternezas falsas y sin el espíritu perdonador y comprensivo que debe presidir todas nuestras apreciaciones de la desgracia ajena.


No hagamos nada (por nuestro bien) para merecer lo que dijo Jesús a las mujeres, que clamaban cuando le llevaban a la cruz. Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará? (Lucas 23:28, y ss.)


Así que pongamos por obra las palabras del apóstol Pablo cuando dijo: Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. (Gálatas 6:10) El que vive en el reproche y el odio, simplemente, no vive. El que vive en la esperanza y en la comprensión de que los demás son como él, y que él actuaría lo mismo, si tuviera los mismos genes y pasara por las mismas circunstancias que aquel al que tanto desprecia; ese es el buen cristiano.

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