lunes, 10 de septiembre de 2012

AZOTE DE DIOS



  


Desde la primera y funesta caída, el miedo es el azote de Dios y enemigo y torturador del ser humano rebelde. Cuando Adán recibió a Eva, dijo: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne. (Génesis 2:23). La recibió como lo que era: un don generoso y maravilloso de Dios.


Cuando pecó, le sirvió para reprochar a Dios: La mujer que me diste... (Génesis 3:12). Cobardía y mentira. Su culpa era suya, y su responsabilidad también, como suya era la potestad tan amplia que Dios le concedió (Génesis 2:15).


Resistió y padeció. Se enfrentó y provocó la ira de Dios, en lugar de someterse, y aguardar el efecto de su gracia y misericordia, por la que, gracias a la bondad de Dios y a pesar de su pecado, no fue destruido al instante. Pero todo fue maldito por su causa. (Génesis 3:17). Y eso lo estamos viendo en la destrucción de la tierra y las guerras y horrores que prevalecen.


Así, ahora, nosotros repetimos la experiencia de Adán. ¿Cuántos enfermos reprochan a Dios la mala función de un órgano de su cuerpo? Mientras lo tuvieron sano no dieron gracias a Dios. Sólo cuando enfermaron se dieron cuenta de que, anteriormente, les había ido bien con él, pero nunca habían dado gracias a Dios por el don de la salud.


Es la continua historia de la fidelidad de Dios, y el satánico orgullo del hombre, que siempre termina en miedo y desconfianza de todo y hacia todo. Arrastramos desde entonces una paranoia moral que nos hace ser desconfiados y suspicaces. Lo primero que se les dice hoy a los niños cuan comienzan a aprender  es: no te fíes de nadie.


 Por eso se le dijo en la antigüedad a Israel una maldición por su desobediencia. Hoy día, y desde muchos siglos el pueblo de Israel ha sido zarandeado y perseguido. Aun ahora se encuentra odiado por muchos, y a pesar del genio de su condición de pueblo elegido vemos la vigencia de la maldición siguiente.  


Y a los que queden de vosotros infundiré en sus corazones tal cobardía, en la tierra de sus enemigos, que el sonido de una hoja que se mueva los perseguirá, y huirán como ante la espada, y caerán sin que nadie los persiga. (Génesis 8:11)


No sea dicho a ninguno de nosotros tal maldición. Confiemos siempre en Dios, y dejémonos de idolillos (1ª Juan 5:21) que tanto nos hacen padecer. Si solo esperamos en Dios todas las cosas nos vendrán mucho mejor.


Solo miraremos lo que verdaderamente tiene importancia eterna. El mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1ª Juan 2:17) ¿Creemos que estas palabras no son  suficientes?


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