Trayectoria de la relación Dios Hombre
Son
innumerables cuántas citas bíblicas podemos aportar, y todas nos enseñan que el
hombre, ante la prueba, conoce las dos cosas principales en medio de ella.
1ª
Todo proviene de la voluntad de Dios, adverso o favorable, aun
desde nuestra corta perspectiva.
2ª
Dios sabe lo que hace.
La
primera consideración ya nos proporciona un horizonte de alivio y esperanza. Le
sigue consecuentemente que la liberación vendrá en todas las
ocasiones. Para verdadero creyente, hasta la muerte es una forma de
liberación.
A
veces esta liberación, este escape, se presenta rápidamente y otras, aunque
ocasionalmente parezca que se aplaza según nuestra torpe impaciencia, al
final llega con fruto cierto y abundante (Hebreos
12:11). Siempre hay liberación para el que está en el Señor si sabe esperar el
momento oportuno.
Las
formas, pues, y el tiempo del consuelo, hemos comprobado que dependen de Dios;
como todo. Que el consuelo llega es cosa segura; basta estar
confiado. La paz llena al creyente, que sabe que el Padre no
aflige ni entristece por el placer de atribular a sus criaturas. Antes
bien, si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias
(Lamentaciones 3-32).
La
aparente y. por tanto, falsa arbitrariedad que los paganos atribuyen a Dios,
porque desconocen sus designios de amor, los cristianos confiados en su
fidelidad, la consideramos como lo que verdaderamente es; una prueba que, como
a hijos amados, nos hace pasar para darnos reflexión,
dirección e inteligencia espiritual. Aun cuando observemos que viene
concatenada con otros acontecimientos, que a nosotros nos puedan parecer no
relacionados con lo que nos atañe.
El
cristiano escarmentado y de vuelta de las falsas filosofías, ya no pone
atención ni hace depender su vida de las mundanalidades nocivas y, por tanto,
tiene libres su mente y su cuerpo para oponer a la agresión externa o interna,
las adecuadas contramedidas con total eficacia sostenido por el Espíritu Santo.
En
la convicción de depender de su Padre soberano y bueno,
le es permitido al cristiano afrontar los problemas que emergen ante sí, con la
elegante y desconcertante naturalidad que tanto sorprende a los paganos. Ninguna
agresión o padecimiento hará derrumbarse al cristiano, convicto y confeso de su
propia debilidad y dependencia.
Es
el ser más débil e indefenso, y a la vez la más poderosa fuerza del universo
creado. Al no tener poder propio alguno, posee para existir el poder de Dios en
la plenitud de Cristo. Es hechura nueva elegida y privilegiada por Dios, Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses
4:13. Lo experimentamos, lo percibimos así en cada instante, y una alegría
interior indescriptible, real, y sentida profundamente nos invade momento a
momento.
En
el triunfo o en el desastre mundano, vemos impostores y engañadores. Tanto en
una como en otra situación conocemos que, fijos los ojos
en la luz del Cielo, podemos atravesar tranquilamente tanto la
oscuridad del fracaso, como la falsa luz del triunfo mundanos. Romanos 8:37.
Ciertamente
vivimos aquí, en otra esfera de la existencia en la que se
contemplan, por la fe y la revelación, ambos
lados del misterio de la vida y la realidad del más allá. Todo constituye un
complejo de factores, que forman parte de una misma unidad del obrar de Dios.
Percibida de una forma maravillosamente real, hace de
nuestras vidas una experiencia trascendente y eterna.
Formamos
parte del "Pleroma", es decir,
de la plenitud de Dios, en Cristo, y todo forma parte del mismo plan y de su
misma realización. Nos llevaría tan lejos este pensamiento, que hemos aprendido
con simplicidad a decir: ¡amén! en cualquier circunstancia o tiempo. ¡Y
sabemos lo que decimos!
La
gran equivocación entre tantas grandes equivocaciones es que, a menudo, confundimos
las dos palabras, mal y adversidad. ¡Cuántas veces hemos comprendido, aun
desde nuestra mente testaruda, que aquella adversidad no fue un mal!
Contemplado desde la actual panorámica, fue el salto a un enorme bien. Y
exclamamos: ¡Menos mal que el Señor lo hizo a su manera, y
no como yo creía que debía ser hecho!
Todo
hemos de verlo, como fin hacia la última manifestación de la gloria de Dios. Y
la gloria de Dios es lo único de valor a buscar puesto que, aun
egoístamente, es la sola garantía de nuestra gloria.
¡A
Dios la Gloria !
Porque…
¡lo que es nosotros!
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