
Estimado Carlos: no cabe duda de que tienes razón, aunque
como siempre te digo, poquita: trataré de explicarte por qué. Es cierto que en
muchos casos la religiosidad es usada para ejercer poder o prestigio entre los
iguales. Los demás, más bien son adversarios, cuando no enemigos declarados del Evangelio y de sus seguidores.
Seguidores del Evangelio, son seguidores de Jesús, que es la
motivación de todo, pues si no, el Evangelio solo sería una fábula por la que
dieron su vida tantos infelices como lo creyeron. Es por eso que te doy la
razón en esto. Si Jesucristo no ha
resucitado, somos los más desdichados de todos los hombres, viene a decir
el apóstol Pablo majado de angustias y de gozos por causa de su ministerio.
Ahora trata de entender las palabras de Jesús: mirad que os envío como ovejas en medio de
lobos: (Lucas 2:3). Veamos, Carlos. Tú has de discernir que es un lobo y que es una oveja. Esta última es la indefensión total. Si la desamparas está al
alcance de los carniceros que siempre acechan. El pastor tiene que estar
vigilante para que el lobo, que es carnicero, no mate y devore a las ovejas.
Si entendemos esto como una anécdota no sacamos nada en limpio, pero si
profundizamos en la frase es algo estremecedor. En el momento de tu conversión
a Dios, en su Cristo, te has convertido en oveja que no puede morder, ni tiene
cuernos para defenderse, ni colmillos con los que pueda hacer daño, y así disuadir a
los predadores. Está entregada a la dirección, y a los pastos que su pastor le
señala y lleva.
Está rendida a la voluntad de su pastor porque él, y solo él,
cuida con amor de la grey, para alimentarla y llevarla por los mejores pastos
que puede encontrar. Así el Señor nos lleva a pastos gloriosos, cuando de veras
somos ovejas y no lobos disfrazados. Él cura a la coja, busca a la perdida, sana a la enferma, etc.
El buen pastor se enfrenta a cualquier peligro, para defender a sus ovejas a riesgo de su vida. Sabe
que dependen absolutamente de él. Eso hizo Cristo, afirmando su rostro para ir a Jerusalén, sabiendo lo que le
esperaba. (Lucas 9:51) ¿Dio marcha atrás? De ningún modo. Él sabía que tras una cruel agonía y humillación, sería recibido
arriba para ser el príncipe que por fin alcanzó el trono que le correspondía.
Seamos pues ovejas confiadas en nuestro Gran Pastor. Él no nos dejará que estemos esparcidos y solos ante los peligros de un enemigo espiritual que no duda en hacer daño a los amigos de Cristo. El y solo Él, es nuestra esperanza. Esperemos de Él sus maravillosas bendiciones, y en esa confianza andemos con
alegría nuestro personal calvario, sabiendo que como Él seremos recibidos
arriba.
AMDG