viernes, 20 de septiembre de 2013

DIOS Y LA INTELIGENCIA

 



Estimado Señor: Como es natural, y como es común a todos los humanos… o a casi todos, en mi vida hay episodios de lo que no estoy orgulloso. No soy, sino un hombre que se dio cuenta hace ya años de que esto no funciona bien. Los hombres nos hemos dado unas reglas o criterios, que en rigor tienen más de fariseos que de verdadera justicia.

Pero Dios nos dio inteligencia para poder discernir lo bueno de lo malo. No todo es “del color del cristal con que se mira”, sino es bueno o es malo. El que sea malo para uno, lo que es bueno para otro es una falacia. Lo malo es tan malo para el que perpetra una maldad, como que para el que la sufre. En estos casos como dice un proverbio árabe “el bien de uno es el mal de otros”. Pero solo para los bienes bien adquiridos.

Y así dice la Escritura: Bien te ha sido declarado lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Dios de ti, sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios? (Miqueas 6:8). Nada más y nada menos. La política no puede acercarse, ni siquiera un poquito, a la sublime declaración de la Escritura sobre toda materia que se quiera discernir.

Sé, y mi edad me lo permite, que en este mundo tan complejo y siniestro nadie está seguro de nada. Hay demasiadas figuras y monstruos pululando a nuestro alrededor. En cualquier momento, nuestra vida y nuestros sueños se pueden ver truncados por un golpe fortuito. He visto demasiados mendigos, que antes eran gente de posibles. Así pues, insisto en que no hay nada de seguridad en esta vida.

Yo sí la tengo. Creer en un viejo libro y seguir las pautas de conducta que él marca, aparece para muchos algo así como locura. Pero bendita locura, que me hace esperar mi final, con la paz y la tranquilidad con que vivo. Hago lo que creo que debo, y dejo a Dios Creador que haga su obra tal como Él ha dispuesto. Faltaría más, que un mosquito dijera a un doctor como se cura una enfermedad.

Termino con un pasaje de la Escritura Santa: Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. (1ª Corintios 1:21). Y eso hago.

AMDG

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