jueves, 24 de mayo de 2012

¿ESTAMOS SOLOS? ¿Y DIOS?

 

Como vetusta calesa, el cristianismo de hoy se bambolea preso de sus muchas desviaciones, que surgen como hongos en el muladar. La queja de los cristianos es siempre una misma. Las gentes no quieren escuchar el Evangelio.

En ciudades hermosas y de gran prosperidad, ya la gente no acude a la iglesia, y si observamos bien, todos o casi todos los asistentes son personas mayores. Unos por que es su costumbre piadosa, otros por que como dice el refrán antiguo “el diablo cuando envejeció se hizo fraile”.

Esta ausencia de asistencia, y ese segmento de la sociedad es casi lo que nos queda. Los jóvenes que aun andan por los caminos de Dios son pocos, aunque denodados, ya que cada día es más difícil conservar y aumentar la fe, en un mundo pleno hasta el extremo de mentira, vaciedad, y hedonismo.

Aun así, podemos atrevernos a  declarar que hay solución, pero no depende de una jerarquía eclesiástica, ni de simposios, ni de otros muchos intentos de unión y de ecumenismo. El cristianismo está agonizante y la culpa de ello solo la tienen los cristianos.

Es oneroso para muchos, el vivir apartándose de lo que saben que es un grave peligro para su integridad espiritual. El ambiente lo impone, sin tregua ni trazas de mejorar. La corrupción se adueña de todo, y de igual manera, prácticamente todo está maniatado a ese enemigo de Dios que es el Diablo, con su baraja de pecados contra Dios y el propio hombre.

Escuchar alguna observación real de la situación es estremecedor, por las cosas que pasan constantemente. Los medios de comunicación, se encargan de que todos los días obtengamos nuestra repugnante ración de vacuidades y corrupciones. Los noticieros o programas  que más éxito tienen, son los llamados “basura” por que eso es lo que quieren las gentes.

Siempre ha habido de todo en el mundo, pero es ahora cuando todas las gentes se han hecho un bloque para practicar el mal, que ya no es socialmente mal, sino “anormalidades normales”

El amor al mundo hace que los cristianos, en una inmensa mayoría, se relajen y miren como bueno lo que saben (si se detienen a pensar) que es malo. La gente mira al mundo con codicia, y ello es uno de los factores de la pérdida, amortiguamiento, o adormecimiento de la fe.

Confiar en el mundo, y esperar favores de él es una grave equivocación del piadoso. Es vanidad (lo dijo Jesús) desear sus grandezas, honras falsas, hipócritas, riquezas y deleites. Vanidad es andar tras las alabanzas de los hombres, que siempre van envueltas de oculta envidia y corrupción.

Solo el ardiente deseo de servir al Señor, es lo bueno y provechoso. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.

Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 Juan 2:15, 16,17). Estas son las proféticas palabras, con que la Escritura define claramente lo que el mundo es en realidad, y la relación del creyente con este enemigo de su paz y de su vida eterna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario