martes, 4 de septiembre de 2012

BRAVO, MUNILLA

   
 
  
Acabo de descubrir en un periódico popular, unas estadísticas informales propias de un periódico mañanero gratuito. Aunque no sean representativas de la generalidad de la población, sí reflejan lo que opinan las gentes que madrugan y trabajan. Un porcentaje enorme, el 80% opina que la eutanasia debe aplicarse ya de forma general, y solo un 15 % dicen que les parece que es un medio para encubrir la eutanasia. Dígase, asesinato.

No entro en razones más o menos discutibles, sino que pongo sobre el papel mi percepción cristiana. Junto con el aborto, la inseminación artificial, los anticonceptivos y la educación sexual, que en mis tiempos hubiese sido una vergüenza, y motivo de un motín o algarada, se contempla en la actualidad todo eso y más, como algo natural y deseable.

Al que no pasa por esas “horcas caudinas” de las medidas gubernamentales se le tacha primero de fascista, y después de cavernario, atrasado, obstáculo del “progreso”, y otras lindezas. Y se procede en consecuencia contra él. Esa es mi España querida

El obispo Munilla, dijo en su momento algo que indignó hipócritamente a muchos, De estos había muchos ignorantes, que no acertaban a descubrir, ni se preocuparon de ello, el profundo y real contenido de sus palabras.

Otros, más conocedores, se daban cuenta de que tras el equívoco de sus afirmaciones había una verdad impactante y siniestra. El pensamiento anticristiano de la mayoría de la población trabajadora. Tal vez inconsciente, y de ligera apreciación como quien responde a unas preguntas sin tener en cuenta la trascendencia de las mismas.

Todavía veo por las mañanas, muy temprano, a las madres y padres que llevan a sus pequeñines al colegio, envueltos y casi tiernamente aplastados en abriguitos y bufandas, aun casi de noche y a veces me pregunto. ¿Gente que así hace en España, con el celo y el rigor con que lo hacen, pueden ser anticristianas?

¿Tanta indiferencia por algo tan necesario para sus infantes, como es el conocimiento de Dios desde sus principios? ¿Tanto interés en que vayan a que se les enseñe algo que, siendo de una gran utilidad, no se puede comparar con la verdadera vida trascendente y espiritualmente vital?

Se palpa, se mastica, un amor y un celo en los padres, y una enorme confianza en los niños hacia sus progenitores que maravilla. ¿Cómo pues, hemos llegado a esta situación?

¿Son esos padres conscientes, de que llevan a sus hijos a donde le enseñarán que deben dejar a sus padres morir mediante una artimaña de la medicina? ¿Que cuando ellos sean viejos (sí viejos; se dice así) van a ser eliminados como escombro, para dejar tranquila a una familia a la que el anciano resulta ya un fastidio?

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