
No puedo estar de acuerdo con usted. La intolerancia es pecado común de todos. Si alguien está convencido en su propia mente y no es esclavo de la malicia implícita en la anarquía, hay que dejarle en su pensamiento. Suavemente y con argumentos, persuadirle de que la fe cristiana es la que está en su sitio, practicando la misericordia, el perdón, la comprensión, y tantas virtudes o propiedades personales que cada cual posea. Si alguno se sale del pentagrama es cosa suya. Le cuento mi opinión a continuación, matizable y refutable por cierto.
¿Quién de
nosotros no ha sido a veces sujeto pasivo o activo de una imposición. No me
refiero a las que hace el Estado sobre cualquiera de los habitantes de su
ámbito. Siempre hemos dado por bueno por ejemplo que a los adolescentes o
a las mujeres y estas a los varones hay que corregir con rigor y castigo porque es
solo a eso a lo que responden
definitivamente.
Es cierto
que a veces somos desesperantes para otros, ya que nuestra
conducta no encaja en lo que ellos tienen por bueno y provechoso. De ahí los
juicios
o prejuicios que todos hacemos inadvertidamente hacia alguna otra forma de pensar
y actuar distinta a la nuestra.
Por muy
tolerantes que nos sintamos, no podemos contener un gesto o pensamiento, contra
algo o alguien que nos repugna por cualquier motivo. Todos estamos
equivocados en cuanto a los juicios que nos merecen los demás. Cada cabecita
es distinta, y cada cual cree que su pensamiento es el bueno. Lo ven así de claro.
Y así nos topamos con el
relativismo imperante por todos los ámbitos mundiales, ¡que final de trayecto! contrarrestado por el
fanatismo de los que se suponen que son dueños del pensamiento absolutamente
correcto. Todos ellos no admiten nada que se oponga a sus designios y tratan de machacar
literalmente al que no participa de su forma de pensar.
Ciñéndonos
a la cristiandad, vemos como en cada lugar impera una forma de “interpretación” de las
cosas del Espíritu. Tan distintas todas, que haciendo uso de la convicción o
el fanatismo, se trata de aplastar el pensamiento tan
diverso en asuntos que, tratados desde afuera, no son tan decisivos.
Dios, al
que tanto se le cita en cualquier idea (en contra o a favor) no actúa así. Ya en el A.T.
surgen dichos maravillosos, que demuestran que Dios ejerce la ira cuando la desobediencia
es extrema, pero abunda en compasión y delicadeza para cada cual, en cuanto “nota”
que puede hacer algo por sus criaturas.
Y la castigaré
por los días en que incensaba a los baales, y se adornaba de sus zarcillos y de
sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jahvé.